miércoles, 9 de noviembre de 2016

ESPACIOS NATURALES

TIPOLOGÍA DE LOS ESPACIOS NATURALES EN ANDALUCÍA

Los espacios protegidos son zonas que albergan ecosistemas de interés faunístico, botánico y paisajístico.

En la actualidad existen cuatro tipos de espacios naturales protegidos:

     Parques nacionales
     Parques naturales
     Parajes naturales
     Reservas naturales

.- Los Parques nacionales son los espacios protegidos de máxima categoría, y se encuentran regulados por una legislación estatal. La declaración de un espacio como Parque Nacional se hace mediante una Ley aprobada por las Cortes Generales. En Andalucía podemos encontrar dos:

     El Parque Nacional de Doñana

     El Parque Nacional de Sierra Nevada

La Sierra de las Nieves (propuesto)

.-Los Parques Naturales son áreas naturales, poco transformadas  por la explotación u ocupación humana que, en razón de la belleza de sus paisajes, la representatividad de sus ecosistemas o la singularidad de su flora, de su fauna o de sus formaciones geomorfológicas, poseen unos valores ecológicos, estéticos, educativos y científicos cuya conservación merece una atención preferente.
La declaración de un espacio como Parque Natural se hace por Decreto del Consejo de Gobierno de la Junta de Andalucía. En nuestra Comunidad Autónoma estan declarados Parques Naturales:

     Parque Natural Cabo de Gata-Nijar
     Parque Natural Sierra María-Los Velez
     Parque Natural Bahía de Cádiz
     Parque Natural La Breña y Marias del Barbate
     Parque Natural del Estrecho
     Parque Natural Los Alcornocales
     Parque Natural Sierra de Grazalema
     Parque Natural Sierra de Cardeña y Montoro
     Parque Natural Sierra de Hornachuelos
     Parque Natural Sierras Subbéticas
     Parque Natural Sierra de Baza
     Parque Natural Sierra de Castril
     Parque Natural Sierra de Huétor
     Parque Natural Sierra Nevada
     Parque Natural Sierra de Aracena y Picos de Aroche
     Parque Natural Doñana
     Parque Natural de Despeñaperros
     Parque Natural Sierra de Andújar
     Parque Natural Sierra Mágina
     Parque Natural Sierras de Cazorla, Segura y Las Villas
     Parque Natural Montes de Málaga
     Parque Natural Sierra de las Nieves
     Parque Natural Sierras de Tejeda, Almijara y  Alhama
     Parque Natural Sierra Norte de Sevilla



miércoles, 20 de enero de 2016

MITOLOGIA ROMANA

Los dioses de Roma eran de origen latino y etrusco, a los cuales se sumaron con el tiempo divinidades griegas, egipcias y frigias, adaptando los nombres y, en algunos casos, también los atributos. Los principales eran Júpiter, Juno y Minerva, que constituían la Tríada Capitolina. Durante la República, Marte fue de los más importantes y adorados. Los cultos consistían en libaciones, sacrificio de animales, plegarias, etc. Cada acto público, el inicio o la terminación de una guerra, el triunfo en una batalla, etc., estaba vinculado a la celebración de una ceremonia religiosa. Los cónsules tenían atribuciones no sólo civiles, sino también religiosas, de modo que la religión pública era una cuestión de Estado, tolerando, por otro lado, todo tipo de cultos privados, siempre y cuando no fueran en contra de los preceptos religiosos estatales. Ante todo, el culto público era un medio de comunión política que no sólo incluía a los ciudadanos romanos, sino que tendía un lazo de unión sobre la totalidad de pueblos que integraban el Imperio.



En cada familia se rendía culto a los numina al igual que a los antepasados: el genio familiar, los lares, protectores de los campos, los manes, protectores de la casa, y los penates, protectores de la despensa y los alimentos. El pater familias oficiaba como sacerdote, especialmente durante la cena, en donde se hacían libaciones, es decir, derramamiento de vino, leche o miel sobre el lararium, o santuario familiar, en el cual ardía siempre una llama, a la que llamaban hogar. Entre los romanos no había culto a los muertos. Los cadáveres eran incinerados, mientras se pronunciaban discursos de alabanzas al fallecido, y las cenizas eran guardadas en urnas funerarias. Había dioses específicos para la vida cotidiana, como Nundia, Educa, Cunina, Bubona, Rucina...



Si bien en Roma existía una religión politeísta originaria y campesina, a partir del siglo V a. C. comenzó la «importación» de las deidades griegas, fundamentalmente a través de los etruscos, y griegos asentados en el sur de Italia (Magna Grecia).



En el siglo III a. C. el poeta Quinto Ennio estableció en sus escritos una equivalencia de doce dioses, seis femeninos y seis masculinos: Júpiter (Zeus); Juno (Hera); Minerva (Atenea); Vesta (Hestia); Ceres (Deméter); Diana (Artemisa); Venus (Afrodita); Marte (Ares); Mercurio (Hermes); Neptuno (Poseidón); Vulcano (Hefesto) y Febo (Apolo).



 Otros incluyen dentro de los dioses Olimpicos a Plutón (Hades); Vejovis (Asclepio); Cupido (Eros); Juventas (Hebe); Hércules (Heracles); Fauno (Pan); Baco (Dionisos); y Proserpina (Perséfone).







 Aunque solo queden fragmentos recopilados de la obra de Ennio,su importancia continúa siendo crucial para los estudiosos de la generación mitológica, debido a la traducción de la obra de Evémero de Mesene. Esta tiene relevancia no solo por el establecimiento de los doce dioses equivalentes, porque permitió una amplia divulgación entre los romanos de una postura teológica diferente, según la cual los dioses no habrían sido ni personajes míticos, ni fuerzas sobrenaturales que influían en la vida de los hombres, sino militares, grandes descubridores y hombres de estado de épocas pasadas a quienes, tras su muerte, se les recordaría de esta manera particular y fuera de lo común.



Esta suerte de «humanización de los dioses» o historicista de la mitología se conoció como «evemerismo». Se sostiene que la versión e intención original de Evémero no es la de una crítica racionalista del mito, sino más bien una crítica motivada políticamente. Su postura fue fuertemente criticada y no llegó a tener gran influencia en Grecia. Sin embargo, con su traducción, Ennio logró una amplia difusión de estas ideas como una nueva posición teológica entre los romanos. Más tarde, la teoría tiene acogida entre los cristianos fundadores de la iglesia, debido a su potencia explicativa de los mitos desde un núcleo racional, mostrándolos como fábulas, alegorías y representaciones que tenían un trasfondo histórico, un asunto relevante para la imposición temprana de las religiones monoteístas.

domingo, 13 de diciembre de 2015

ROMANIZACIÓN

Se entiende por romanización el proceso por el cual se implanta la cultura romana, durante el periodo de dominio romano. A lo largo de los siglos de dominio romano sobre el territorio, las costumbres, la religión, las leyes y en general el modo de vida de Roma, se impuso con muchísima fuerza en la población indígena, a lo que se sumó una gran cantidad de itálicos y romanos emigrados, formando finalmente la cultura hispano-romana. La civilización romana, mucho más avanzada y refinada que las anteriores culturas peninsulares, tenía importantes medios para su implantación.

La creación de infraestructuras mejoraba tanto las comunicaciones como la capacidad de absorber población de estas zonas.

La mejora de la urbanización de las ciudades, impulsada además por servicios públicos utilitarios y de ocio, desconocidos hasta entonces, como acueductos, alcantarillado, temas, teatros, anfiteatros, circos, etc.

La creación de colonias de repoblación para las tropas licenciadas, así como la creación de latifundios de producción agrícola extensiva, propiedad de familias pudientes que, o bien procedían de Roma y su entorno, o eran familias indígenas que adoptaban con rapidez las costumbres romanas.

Aunque la influencia romana tuvo gran repercusión en las ciudades ya existentes en la península, los mayores esfuerzos urbanísticos se centraron en las ciudades de nueva construcción, caso de Itálica (en el actual Santiponce, cerca a Sevilla).

Los municipios romanos o colonias se concebían como imágenes de la capital en miniatura. La ejecución de los edificios públicos corría a cargo de los curatores operatum o eran regentados directamente por los supremos magistrados municipales.

Para emprender cualquier obra a cargo de los fondos públicos era necesario contar con la autorización del emperador. El patriotismo local impulsaba a las ciudades a rivalizar para ver cuál construía más y mejor, animando a los vecinos más pudientes de los municipios. La sed de gloria hacía que sus nombres pasasen a la posteridad asociados a los grandes monumentos.

Las obras públicas acometidas con fondos particulares no estaban sometidas al requerimiento de la autorización del emperador. Los urbanistas decidían el espacio necesario para las casas, plazas y templos estudiando el volumen de agua necesario y el número y anchura de las calles. En la construcción de la ciudad colaboraban soldados, campesinos y sobre todo prisioneros de guerra y esclavos propiedad del estado o de los grandes hombres de negocios.

Las obras militares fueron el primer tipo de infraestructuras que construyeron los romanos. El campamento (Praesidium) romano era el centro principal de la estrategia militar pasiva o activa. Podían ser temporales, establecidos con algún propósito militar inmediato, o concebidos para acantonar a las tropas durante el invierno. También podían ser permanentes, con el objeto de someter o controlar una zona a largo plazo, para lo cual se solía utilizar la piedra para construir sus fortificaciones. Muchos campamentos se convirtieron en la práctica en centros estables de población, llegando a convertirse en verdaderas ciudades, casos de Itálica (fundada por Escipión en el 106 a.C.) o Córduba (fundada por Claudio Marcelo en el 152 a.C.). Una vez establecida una colonia o un campamento estable, la necesidad de defender estos núcleos conllevaba la construcción de potentes murallas. Los romanos heredaron y aun mejoraron la tradición poliorcética de los griegos, y durante los siglos II y I a. C. erigieron importantes murallas, habitualmente con la técnica del doble paramento de sillares con un relleno interior de mortero, piedras y hormigón romano. El espesor del paño podía oscilar entre los cuatro hasta incluso los diez metros. Tras el periodo de la pax romana, en que estas defensas eran prescindibles, las invasiones de los pueblos germánicos reactivaron la construcción de murallas. Son destacables en la actualidad los restos de murallas romanas existentes en Córdoba.

La civilización romana es conocida como la gran constructora de infraestructuras. Fue la primera civilización que dedicó un esfuerzo serio y decidido por este tipo de obras civiles como base para el asentamiento de sus poblaciones y la conservación de su dominio militar y económico sobre el extenso territorio de su imperio. Las construcciones más destacadas por su importancia son las calzadas, puentes y acueductos. Ya fuesen dentro o fuera del entorno urbano, estas infraestructuras se convirtieron en vitales para el normal funcionamiento de la ciudad y de su economía, permitiendo el abastecimiento de la misma de aquello que le resultaba más esencial, el agua por vía de los acueductos o los suministros de alimentos y bienes a través de la eficiente red de calzadas. Además, cualquier ciudad de mediana importancia contaba con un sistema de alcantarillado para permitir el drenaje tanto de las aguas residuales como de la lluvia para impedir que ésta se estancara en las calles.

Dentro de las infraestructuras de uso civil que los romanos construyeron con intensidad durante su dominio en Hispania, destacan por su importancia las calzadas romanas, que vertebraron el territorio a través de las conocidas «vías». Por ellas circulaba un comercio en auge, alentado por la estabilidad política del territorio a lo largo de varios siglos.

De entre estas vías, las más importantes eran, la Vía Lata, hoy conocida como Vía de la Plata y la Vía Augusta que unía Gades (Cádiz) con los Pirineos, en concreto con la ciudad francesa de Narbona. Para señalizar las distancias en estas vías se colocaban los llamados miliarios, que en forma de columna como el de la imagen o de grandes piedras, marcaban la distancia desde el punto de origen de la vía en miles de pasos (millas). Actualmente parte del recorrido de estas vías se corresponde con el trazado de las actuales carreteras nacionales o autopistas, lo que confirma el acierto romano en la elección óptima del trazado de las mismas.

Los puentes romanos, complemento indispensable de las calzadas, permitían a éstas salvar los obstáculos que suponían los ríos. Ante este desafío que la geografía presentaba a Roma, ésta respondió con las que tal vez sean las más duraderas y fiables de sus construcciones. Aunque también se construyeron una gran cantidad de puentes de madera sobre los cauces menores, hoy conocemos por “puente romano” a las construcciones de piedra. El típico puente romano está formado por una plataforma sostenida por arcos de medio punto, de semicírculos o de segmentos de círculos. Se dan también casos de puentes sobre círculos completos. Estos arcos o segmentos de arcos reciben el nombre de «ojos». Los pilares sobre el agua incluyen unas construcciones en forma de cuña llamados “tajamares” para reconducir la corriente de agua. Sobre estos arcos se sitúa la plataforma sobre la que finalmente se podrá circular. Esta plataforma forma dos rampas cuyas rasantes se encuentran en el centro, aunque en los puentes más largos el drenaje es hacia ambos lados del puente. Este exitoso modelo de construcción se extendió hasta la Edad Media, y hoy es difícil saber en algunos casos si algunos puentes son romanos o construcciones posteriores.

Un núcleo urbano importante precisaba ante todo un aporte de agua constante que permitiera el abastecimiento de miles de personas concentradas en un mismo lugar que podía encontrarse en ocasiones a varios kilómetros de distancia de las fuentes naturales de agua. Para conseguir este flujo continuo de agua se construyeron los acueductos. El acueducto romano era, a pesar de lo que pudiera parecer, subterráneo en su mayor parte. Sin embargo, hoy conocemos como acueducto a las obras monumentales edificadas para salvar las depresiones orográficas con el fin de dar continuidad a dichos cauces. Para la construcción de un acueducto, se buscaba en primer lugar la fuente del agua, canalizando un cauce natural mediante la construcción de un canal, y dejando que la pendiente del terreno llevara el agua a través de este canal hasta un lago artificial (una vez construida la represa para almacenar agua en el mismo si fuese necesario). Esto garantizaba el aporte constante de agua durante todo el año. A partir de este punto, el agua podía ser transportada por canales, ya fueran de piedra, de tubería de cerámica o de plomo. Esta última solución provocaría no pocos problemas de salud en el mundo romano de envenenamiento por plomo (saturnismo). De esta forma, el agua procedente del lago artificial era transportada por un canal subterráneo hasta el núcleo urbano, casi siempre aprovechando la pendiente del terreno, aunque en ocasiones también se construían sifones, que permitían salvar una pendiente descendente sin necesidad de construir los famosos "puentes-acueductos" pero conservando la presión del caudal. En el sifón se aprovecha la presión resultante de la caída del agua para elevarla al otro lado, conservando esta presión a costa de perder algo del caudal. Se trata de una aplicación del principio de los vasos comunicantes. Ejemplo de acueductos romanos se pueden encontrar en varias localizaciones de Andalucía, como es el caso del canal de suministro de agua de la antigua Sexi (Almuñecar), que aun sigue en uso y que conserva varios acueductos de su trazado, también podemos encontrar otro ejemplo de acueducto romano en el municipio de Cartama.

Dentro del entorno urbano destacan las termas y alcantarillados; y también son remarcables las construcciones destinadas al ocio y la cultura, como los teatros, circos y anfiteatros.

La cultura romana rendía culto al cuerpo, y por consiguiente, a la higiene del mismo. Las termas o baños públicos se convirtieron en lugares de reunión de personas de toda condición social, y su uso era fomentado por las autoridades, que en ocasiones sufragaron sus gastos haciendo el acceso a las mismas gratuito para la población. Aunque hombres y mujeres compartían en ocasiones los mismos espacios, las horas de baño eran diferentes para unos y otros: las mujeres acudían por la mañana mientras los hombres lo hacían al atardecer. En aquellas que disponían de secciones separadas para hombres y mujeres, al área destinada a las mujeres se le daba el nombre de “balnea”. La terma romana tiene una estructura definida por su función. El «apodyterium» era, además de la entrada a la terma, la zona de vestuario de la misma. A continuación se pasaba a otra sala llamada «tepidarium», que consistía en una sala templada que a su vez daba paso al «frigidarium» o al «caldearium», salas de agua fría o caliente respectivamente. La sala caldearium se orientaba al sur para recibir de este modo la mayor cantidad posible de luz solar. Bajo el suelo de esta sala se hacía pasar una serie de tuberías por donde circulaba agua caliente. El frigidarium, sin embargo, solía ser una piscina abierta de agua fría. Por regla general, las termas se rodeaban de jardines y otros edificios accesorios con servicios para los visitantes como gimnasios, bibliotecas u otros lugares de reunión («laconium»), todo ello con el propósito de proporcionar a los clientes un ambiente agradable y tonificante. Estas termas precisaban de gran cantidad de personal para su funcionamiento, sobre todo teniendo en cuenta la necesidad de grandes cantidades de agua caliente y para atender adecuadamente a los clientes. Ejemplo de termas públicas los encontramos en Itálica, en las Bóvedas (San Pedro de Alcantara-Marbella), Antequera, Castulo, etcétera.

Los romanos comprendieron que una ciudad debía tener un sistema eficiente de eliminación de desechos para poder crecer. Para ello construyeron en la todas las ciudades de cierta importancia los conocidos sistemas de alcantarillado que aún hoy siguen cumpliendo su función original. En Itálica sirven como ejemplo al visitante en los días lluviosos de la perfección del sistema de drenaje de las calles para evitar su encharcamiento.

La literatura clásica está repleta de grandes dramas escritos para su representación ante el público, y aunque en realidad, el teatro romano tiene su origen en las raíces etruscas de su cultura, no es menos cierto que muy pronto adoptó las características de la tragedia y la comedia griegas. El teatro era una de las actividades de ocio favoritas de la población hispano-romana, y al igual que con otras edificaciones de interés público, ninguna ciudad que pudiera recibir tal nombre se privaba de poseer uno. El teatro romano no tenía como principal actividad las representaciones de comedias o dramas, ya que realmente era un edificio dedicado a celebraciones que ensalzaban al emperador, se trata por tanto, de un lugar más bien político, no de ocio, aunque en alguna ocasión podrían haber albergado éste tipo de representaciones culturales. La amplia profusión de teatros en Hispania tiene que ver con la vida política de las ciudades, ya que todas las ciudades aspiran a tener su teatro propio.
Un ejemplo de que el teatro romano era un edificio para celebraciones políticas, lo tenemos en el teatro de Itálica (Santiponce, Sevilla), en cuyo proscaenium apareció una inscripción en la que dos duoviri y pontifices primi creati (alcaldes y pontífices máximos) que dedicaban a la ciudad una mejora del teatro, casualmente, uno de ellos era antepasado del emperador Trajano. En la cultura romana era muy corriente el fenómeno del "evergetismo", a través del cual los cargos políticos se conseguían o asentaban haciendo obras públicas pagadas del bolsillo de los aspirantes a los cargos públicos. Otros ejemplos los tenemos en la ciudad de Baelo Claudia (Bolonia, Cádiz), Acinipo, (Ronda, Málaga), Gades (Cádiz), Málaga...

El teatro como edificio es singular en muchos aspectos. Principalmente se compone de un graderío semicircular llamado «cávea» que rodea a un espacio central destinado a los coros («orchestra»), y frente a éste se emplaza el escenario, rematado por el «frons scaenae». Tras este escenario se sitúan las zonas destinadas a los actores («postcaenium»). La entrada y salida de espectadores se hace a través de unos túneles de acceso llamados «vomitorios».

Uno de los espectáculos que mayor atractivo tenían para los habitantes de las ciudades romanas era la lucha de gladiadores. No sólo los esclavos participaban en este tipo de luchas (si bien la inmensa mayoría de los gladiadores lo eran), sino que también había quien hacía carrera como gladiador por dinero, favores o gloria. Los espectáculos de lucha tenían lugar en un principio en el circo, pero posteriormente se inició la construcción de los anfiteatros, edificios de planta elíptica destinados exclusivamente a la lucha. El primer anfiteatro en piedra se edificó en Roma, siendo posteriormente exportado a las principales ciudades de todo el imperio. Bajo la arena de este anfiteatro se encontraba el foso, donde gladiadores y fieras eran preparados o permanecían encerrados hasta la hora de la lucha. Este foso se encontraba cubierto por un techado de madera sobre el cual se encontraba el escenario de las luchas. Alrededor de esta superficie de arena elíptica se encontraban los graderíos donde el público asistía a los «juegos». Indudablemente, es el Coliseo de Roma el anfiteatro más conocido y monumental del mundo, aunque dentro de la Betica se edificaron varios cuyos restos todavía se conservan, como los de Itálica, y Jerez.

sábado, 12 de diciembre de 2015

CIUDAD ROMANA

La ciudad romana es heredera directa de la griega, pero tuvo un desarrollo gradual e ininterrumpido durante todo el Imperio. Inicialmente tenían un desarrollo orgánico, resultado de ir añadiendo casas al núcleo original. La ciudad romana por antonomasia es Roma, la Urbs (o Urbe).

Sin embargo, los romanos fundaron multitud de colonias en las tierras que dominaron y ahí apareció otro tipo de urbanismo. Tiene planta en damero, además de lo que ya tenían las viejas ciudades romanas: lugares públicos donde se reúne el pueblo para tomar las decisiones políticas y en donde divertirse, templos y palacios. Si el plano es ortogonal no todas las calles son iguales: hay dos calles principales más importantes, que cruzan la ciudad de parte a parte: el cardo con dirección norte-sur, y el decumano, con dirección este-oeste. El resto de las calles son más estrechas y se inscriben dentro de una de las manzanas (insulae) en que se divide el rectángulo. Ésta es la disposición de las ciudades nuevas, frecuentemente de origen militar.

La expansión de Roma se tradujo en la fundación de colonias en los territorios conquistados, en los que se fundaba una nueva ciudad o civitas. Más adelante, cuando ya dominaban extensos territorios, los romanos fundaron más ciudades por razones comerciales, defensivas o, simplemente, para asentar poblaciones.


 Plano de Corduba


Además de la herencia griega, la ciudad romana desarrolla su propia morfología. Los romanos tratarán de hacer del entorno urbano un lugar digno para vivir, por lo que son necesarios el alcantarillado, la traída de aguas (acueductos), las fuentes, los puentes, las termas, los baños, el pavimento, el servicio de incendios y de policía, los mercados y todo aquello que es necesario para que viva la gente lejos del campo y con todos los refinamientos posibles para mejorar la salud pública.

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Había edificios públicos para el gobierno, el culto y la diversión: los palacios, templos, foros, basílicas, teatros, anfiteatros, circos, mercados, baños, etc.; todos ellos construidos de nueva planta. Además, había motivos de adorno y conmemoración como las columnas y los arcos de triunfo.

El resto de la ciudad estaba ocupada por viviendas. Los ricos vivían en una casa unifamiliar que se llamaba domus. Los más humildes habitaban en casas de pisos, llamadas insulae (islas).

De lo que en principio carecieron estas ciudades fue de muralla, ya que el poderío del Imperio servía para disuadir los intentos de atacar los núcleos urbanos. Hasta que comenzaron las invasiones germánicas, en el siglo III, las ciudades no se amurallaron, se colmataron y la calidad de la vida urbana descendió. Esto fue un golpe mortal para una civilización urbana como la romana. Las ciudades se convirtieron en lugares congestionados y poco saludables, y que en épocas de peligro no podían proporcionar a sus habitantes los productos básicos; así que los señores hacendados comenzaron a construir casas en el campo, las villas romanas, que se procuraban todo lo que necesitaban y se defendían a sí mismas.

CASA Y AJUAR ROMANO



Tipos de vivienda

A la hora de clasificar las viviendas del mundo romano, se ha establecido la siguiente tipología:

- Insulae: edificio de apartamentos donde, en alquiler o en propiedad, vivían los ciudadanos más pobres. Muchas veces quedaban reducidos a una habitación multiuso. Vitrubio, el gran arquitecto del mundo romano, decía que estas insulae se construían muy deprisa, con materiales de muy mala calidad y que por ello estaban expuestas a hundimientos e incendios. A medida que Roma fue creciendo y debido también a la proliferación de hombres ricos, propietarios de una grandes solares que favorecieron la "especulación inmobiliaria", fue necesario elevar la altura de las insulae, aunque ya Augusto prohibió su elevación más de 70 pies por motivos de seguridad.

- Domus: vivienda particular, ocupada por un solo propietario y su familia, que normalmente consta de un solo piso. Sus dimensiones son muy variables dependiendo del poder económico del propietario así como de sus gustos e intereses.

- Villae: son viviendas en zonas rurales que, según su uso se denominan villae rusticae, si están dedicadas a las labores agrícolas y ganaderas, con graneros, bodega, granja de animales, etc., una especie de cortijo; y villae urbanae si están dedicadas al disfrute y descanso del propietario y su familia.














La domus: características y partes

La vivienda romana particular donde vive una sola familia y que generalmente tiene una sola planta recibe el nombre de domus.

En un principio, la domus era una vivienda en la que cada habitación tenía un uso concreto: el cubiculum funciona como alcoba, el triclinium como comedor y el tablinum como sala de visitas. Estas viviendas eran sencillas y baratas. No obstante, con las Guerras Púnicas se generaliza una tendencia entre las familias ricas a ampliarlas al estilo heleno incorporando junto a fauces, atrium, cocina, alae, lararium y tablinum otras partes cuyos nombres indican su procedencia griega como son el peristylum, triclinium, oecus, exedra, nimphaeum, bibliotheca...

Estas viviendas son mucho más cómodas, amplias, elegantes, ventiladas y soleadas. Los planos no son uniformes pues atienden a las necesidades, gustos y peculiaridades del terreno.






Vestibulum et fauces


De la acera de la calle a la entrada de la domus solía haber uno o dos escalones que daban acceso a dos pilastras con capiteles ornados en cuyo interior se encontraban las puertas, que se abrían al interior. El espacio que se crea en este marco se denomina vestibulum y consta del umbral (limen inferum), dintel (limen superum) y las jambas (postes o Ianua). En el pavimento era frecuente encontrar el saludo “Salve! Cave canem”, que con o sin razón pretendía evitar visitas indeseadas.

Fauces es el nombre que recibe el tramo de corredor que va de la puerta al atrio, lugar donde solía colocarse un banco para que pudieran sentarse las visitas y de cuyo techo podía pender una cortina para evitar miradas curiosas desde la calle cuando se dejasen las puertas abiertas

La puerta (fores) consta de dos hojas (valvae). A veces, podía estar cada una cortada horizontalmente a mitad de altura, de forma que pudieran abrirse las superiores dejando las inferiores cerradas para ventilar o solear la entrada. Son fuertes, grandes, con montantes y marquesinas, de bronce o madera de encina, bien trabajadas y claveteadas de hierro o bronce; giran sobre recios goznes (cordines) en un quicio metálico que produce un sonido (crepare, concrepare, strepere) cuya comicidad acreditan en su obras Plauto y Terencio. Se cierran desde fuera con cerrojos (en Pompeya se han encontrado llaves de diversos tamaños) y desde dentro con trancas (serae), pestillos de madera (repagula) o cerrojos (pessulus). Las puertas de una domus son sagradas, en las fiestas religiosas se adornan y cuentan con dioses que las protegen: Ianus, Forculus presiden las puertas; Limentius, el umbral; Cordea, los goznes,...






Atrium


Es la parte central de la domus, un espacio abierto en torno al cual se dispone el resto de las dependencias que gozan así de luz y aire limpio. Su función es la de recibir las salutationes. En sus paredes, se adosan armarios, cajas de caudales (arca) e imágenes del propio dueño de la casa; en uno de los extremos solía encontrarse el lararium, una capillita (sacellum, aedicula) sencilla dedicada a los Lares, al genius familiar u otras divinidades, hecho de mármol o estuco.


El atrio suele ser porticado y adornado con columnas de mármoles preciosos, e incluso con alabastro; sus paredes también aparecen lujosamente revestidas de piedra o con pinturas al fresco, su artesonado suele lucir las más caras maderas y, en ocasiones, bajo la apertura del impluvium llegaron a tenderse toldos de magníficos tejidos. Con pebeteros de perfumes, mesas de mármol, estatuas y el estanque central, el lugar podía llegar a ser verdaderamente delicioso.




Alae

Son dos recintos gemelos abiertos a ambos lados del fondo del atrio y comunicados entre sí, muy cerca del tablinum.

Andron

Es la habitación de los varones en la casa griega si bien en Roma consiste en el corredor situado a un lado del tablinum que comunica el peristilo con el atrio a través de un cortinaje.


Tablinum


Se trata de una estancia situada frente a la entrada sin más puertas que, en ocasiones, unas cortinas colgadas de soportes de bronce.

Su nombre deriva de tabula, término que hace referencia a los documentos familiares, archivos, imágenes y tablillas de los que se rodeaba el cabeza de familia en esta habitación, un lugar donde también recibiría a las visitas e incluso albergaría la escuela familiar con armarios-estanterías, escaños para que los niños se sentaran, una silla (cathedra) para el maestro y alguna imagen de Apolo, Minerva o de las Musas.

En su parte posterior, abierta al peristilo, se ofrecía la posibilidad de cerrar la estancia para cenar allí en invierno o dejar abierto para hacerlo en verano.






Peristilum





Cuando se impuso la vida social y aumentó el número de esclavos domésticos se necesitó una zona de la vivienda señorial en la que se pudiese disfrutar de la privacidad e intimidad familiar. Se trata de un espacio mayor que aquel, descubierto, rodeado por un pórtico columnado, con un jardincillo y una fuente centrales. A él se abren las habitaciones de la familia, más amplias y lujosas que las que rodean el atrio, que quedan para el servicio. Las columnas presentan bases adornadas con pretil entre las que macetas, rosales, plantas aromáticas, estatuas y fuentes embellecían el espacio. Las paredes lucían hermosos mármoles y el artesonado solía estar magníficamente trabajado.


Cubicula aut conclavia


Son las habitaciones de descanso. Sus pavimentos suelen adornarse con mosaicos en blanco con ornamentación diversa, sus paredes presentan pinturas murales de diverso color y contenido. El techo sobre la cama era más bajo, creando una especia de dosel abovedado. La antecámara (procoeteon) era para el siervo de confianza, el cubicularius. Solían cerrarse con llave, de ahí el nombre (conclavia).


Horti


Son unos jardincillos, tras el peristylum, donde podía haber un systus, pórtico abierto, un solarium o una pergula.


Exedra




Es una sala espaciosa, bien decorada, abierta totalmente al pórtico en su extremo, se utilizaba para recibir a las visitas y ofrecer un lugar privado donde conversar y discutir. Allí también se sesteaba en divanes y llegó a imitarse en edificios públicos como palestras, termas, foros, bibliotecas,...


Oecus


Es una estancia redondeada, de uso íntimo, que sirve de comedor más amplio y lujoso que el triclinium.


Bibliotheca


Solía orientarse hacia levante para que la luz de la mañana iluminase la estancia cuando se trabajara en ella y para evitar la humedad del viento del oeste. Albergaba los volúmenes en armarios de maderas preciadas o en cajones (armaria, loculamenta, feruli, nidi) según estuviesen enrollados o encuadernados. Según parece, la biblioteca solía estar decorada con estatuas de importantes intelectuales, de Minerva o de las Musas, que inspiraban y supervisaban el trabajo que allí se llevaba a cabo.


Otras estancias


En las casas opulentas otras estancias que aparecen son el sacrarium, una especie de basílica o salón; los cenacula, terrazas; y el solarium de invierno, en el piso superior.

Triclinium




Cuando el refinamiento de la civilización griega y la riqueza doméstica se establecen en la vida romana, en el atrium se crearon habitaciones para comer recostados, si bien antes se hacía en el tablinum o en una habitación sobre él, el cenaculum. Muy frecuente era contar con un triclinium en el jardín de verano, con lechos de mampostería cuya parte más cercana a la mesa tenía cierta elevación, con cojines y almohadones que evitaban la dureza del asiento. La mesa también era de mampostería, a veces portátil. En las casas más pudientes, llegaron a construirse un triclinium orientado hacia el mediodía para comer en invierno (triclinia hiberna) y otro con orientación norte para el verano (triclinia estiva).


Los comedores eran pequeños, capaces de albergar tres lechos casi adosados a las paredes. En Roma, no obstante, son enormes y elegantes. Sus techos y artesonado (lacunar, lacunaria), apoyados sobre vigas (contignatio) son magníficas piezas de artesanía hechas con maderas preciosas e incluso marfil y oro, con finos trabajos de ebanistería y marquetería (bracteatum lacunar). Los pavimentos también eran ricos terrazos (pavimentum sectile), losas de mármol claro y verde que formaban hermosos cuadros... Los mosaicos de paredes y pavimentos (opus musicum) representaban emblemas y cuadros de gran belleza, portátiles y carísimos, los más bellos adornaban comedores y dormitorios y sólo se ubican en el suelo de las habitaciones o lugares donde no van a sufrir el paso frecuente. La pavimentación más dura, de edificio público, se empleaba en en el resto de habitaciones con basaltos, granitos, o si se quería un mayor lujo, con mármoles, jaspes...


Culina


Si nos remontamos a la primitiva casa romana las comidas se preparaban en el atrio. Cuando la casa crece, el hogar se convierte en la parte principal de la misma. La cocina calienta las habitaciones más cercanas de los niños y sirvientes aunque no era más que un habitáculo pequeño y mal dispuesto como puede deducirse de los restos conservados. Con el tiempo, la cocina fue un refinamiento, su espacio contaba con un fogón de albañilería, colocado en un ángulo y adosado a las paredes sin chimenea, lo que constituía una molestia enorme para los cocineros y un peligro por los incendios. Algunas eran metálicas, portátiles, otras contaban con un horno de pan.


Balnea


Su utilidad como espacio para el aseo es limitado, en el baño de la casa (lavatrina) los miembros de la familia se lavan brazos y piernas cada día; el cuerpo lo hacían una vez a la semana en las termas o baños públicos. El baño solía encontrarse cerca de la cocina para poder abastecerlo con rapidez de barreños y agua caliente. En los siglos III- II a.C. pocas casas tenían baño y, si lo tenían era sencillo. Crece en dimensiones a finales de la República, cuando se convierten en pequeñas termas con calidarium o cella caldaria, cella frigida o frigidarium y cella tepidaria o tepidarium, una sala sin bañera en la que se disfrutaba de un chorro de agua templada que facilitaba la transición entre una y otra. También allí se daban masajes, depilaban, ungían,...


Cella penuaria


Estas cámaras servían para guardar las provisiones (penus), solían ubicarse con orientación norte para que no entrase ni el sol ni los insectos. A cargo de su supervisión estaba un superintendente que daba al cocinero la ración diaria de los productos que necesitaba. Tenía diferentes cámaras: para la miel, las uvas, las frutas, los salados, el aceite... El vino y el aceite se guardaban en bodegas subterráneas, en cubas o tinajas empotradas en el suelo o en bancos de mampostería integrados en las paredes.

Tabernae





Designa propiamente la habitación hecha de tablas, muy pobre. En sentido lato, es una tienda donde se vende algo: sutoria, vinaria, argentaria, libraria, carnaria... Cuando era un quiosco desmontable se denominaba tentorium o también tentoriolum, nombre que también se daba a las tiendas de campaña militares. Luego, pasaron a ser hosterías más o menos respetables (meritoria o diversoria caupona) que deriva en lasciva taberna o salax taberna y que se adosaban a las murallas, como barracones, y a las casas.


En la domus, las tabernae ocupan los ángulos interiores que dan a la calle y poseen una puerta exterior que les da independencia. En muchas hay mostradores de albañilería para la mercancía con tinajas empotradas en las paredes, para conservar las bebidas, y en su parte baja hay espacio para el fuego, si se sirve caliente y para el hielo o nieve si se toma fría. Las tabernae son pequeñas, por eso en ellas se compraba desde fuera y se conocía lo que ofrecían gracias a muestras colgadas en la puerta de la calle. Así, ocurrió que las calles se especializaron en vender determinados productos. Junto a las muestras aparecía sobre el dintel de la puerta el nombre del tendero. En el interior solía haber una o dos trastiendas separadas por una pared. La vivienda estaba en un piso superior al que se accedía por una escalera interior o desde la calle. Podía vivir en ella el tendero o tenerla alquilada a los pobres. Esta estancia se denominaba, irónicamente, pergula. Podía haber a ambos lados de la puerta una casa con igual profundidad que las fauces. La taberna, por lo general, es propiedad del dueño de la domus que regentaba un liberto o el esclavo del atrio. Se cerraban por la noche con postigos (lenones).


El ajuar de la domus


En general, la casa romana apenas estaba amueblada. Más allá de los armarios donde guardaban documentos familiares e imágenes de los antepasados o los asientos para las reuniones familiares, en los cubicula no cabía más que la cama y un escaño y, en el comedor, más allá de la mesa y tres lechos a su alrededor, poco más habría. Quizá sea la biblioteca la habitación más completa y el oecus, con sus scrinia para recoger los volúmenes, sus asientos y alguna mesa.


El mobiliario pretendía mostrar la dignidad del dominus más que ser confortables. En la decoración se empleaban maderas, tapices, vasos y vasijas carísimas fabricadas con materiales que han soportado el paso de los años, las inclemencias climatológicas y los desastres humanos. Entre los útiles de la casa cabe distinguir:


- Instrumenta: todo lo necesario para la conservación de la casa como los uela cilicia, toldos que aplicaban a los techos para protegerlos de la intemperie; reservas de vigas, estucos, tejas para reparaciones, menaje de escaleras, cubos, mangas de riego...


- Supellex: todo el mobiliario que servía para adornarla (cuadros, estatuas, doseles, cortinas, alfombras, adornos de columnas, láminas de talco y yeso para proteger las ventanas del viento y filtrar la luz o lapis specularis, toldos o uelaria,...) y los muebles propiamente dichos.


Lecti


Soportaban más uso del que lo hacen hoy en día porque además de para dormir (lectus cubicularis) servían para trabajar (lectus lucubratorius) y para comer (lectus triclinaris).


- El cubicularis se componía de un bastidor de madera rectangular sostenido por cuatro o seis patas. Los más lujosos constaban de un respaldo en la cabecera (fulcrum). Al lecho se subía con ayuda de la sponda, un escabel bajo. A veces, el bastidor podía ser de bronce, concha, hueso, marfil, plata e incluso oro o guarnecido con estos materiales. Sobre él, un jergón de paja u hojas (institae, fasciae) y un colchón (torus, culcita) de lana (de Mileto, preferiblemente) o plumas (las más caras, de ganso) servían de acomodo. Las almohadas (puluini, cervicalia) y las mantas o cobertores (stramenta, stragula, peristromata) se colocaban debajo y sobre el cuerpo. Los mejores eran de Sardes, Tiro, Sidón, Cartago, Mileto, Corinto y Alejandría, que presentaban bordados muy vivos y en invierno eran sustituidos por pesadas pieles. La cubierta arrastraba hasta el suelo por todos los costados y era la prenda más lujosa.


- El lucubratorius era como un diván, revestido de almohadones y cojines cómodos.

- Los triclinares eran más bajos que las camas y muy lujosos en su confección y revestimiento. Algunos se hacían de mampostería para ahorrar espacio.


En cualquier caso, el romano común dormía en míseros petates y comía sentados en un taburete o en el propio suelo.





Mensae


Unas servían de adorno en el atrio o en otras habitaciones; otras exponían la vajilla y joyas, otras soportaban los platos de los comensales en el banquete sobre los triclinios (tabula vinaria, cartibulum, cilybathum, urnarium), otras pequeñas se colocaban junto a los lechos de trabajo para facilitar bebida y comida (mensa lunata y abacus, nombre que también recibía la mesa de trabajo de matemáticos y geómetras). Otras servían para el juego (mensae lusoriae), alueus o abacus. También las hay para oficios como el de cambistas, usureros y banqueros y se denominan argentarii, trapezitae,..., para comerciantes, con sus pesos y medidas (ponderari), y mostradores. En los templos, junto al ara, también en una se exponen los instrumentos del sacrificio, las ofrendas,...


Antiguamente eran sencillas y las más valoradas eran las de nogal. Paulatinamente, fueron empleándose maderas exóticas y decorándose con metales preciosos y patas de marfil, bronce, plata, oro, con incrustaciones de pedrería, labradas con forma de animales, leones, panteras, grifos, esfinges,... Las maderas en cualquier caso servían para el tablero (orbis), las patas y el soporte central (trapezophorus) solía ser de marfil, hueso, o metal fino. El nogal y el olivo eran valoradas por el dibujo de sus fibras.


Hemos hablado del cartibulum, mesa de mármol, que en el atrio, entre el estanque y el tablinio sustituía el primitivo ara familiar. Se han encontrado preciosos ejemplares de mármol blanco con las patas decoradas. Éstas eran un recuerdo del ara, no tenía más fin que el decorativo y jamás se empleaban para comer.


Había mesas de un solo pie (monopodia) que se introdujeron en Roma tras la conquista de Asia Menor eran muy valoradas. Su pie era esculpido artísticamente, se pueden considerar objeto de lujo. La tripes, sin embargo, era modesta, también llamada Delphica porque recordaba el trípode de Delfos, solía ser de metal bien trabajado y muy valiosa, era fácil de llevar, ocupaba poco y algunas eran plegables. Las de cuatro patas son abundantes. El tablero suele ser redondo o rectangular, este último era más frecuente en las casas pobres, construidas con maderas ordinarias.




Sedes aut sedilia


Entre los sedes, o sedilia, de mampostería, adosados a la pared en las fauces o en el jardín, podemos distinguir:





- El tabuerete (scamnum, subsellium), banquillo de madera sostenido por dos o más patas destinadas a siervos y niños o a los parásitos en los banquetes (sub, indica subordinación y sella, mando). El bisellium es semejante pero para dos personas. En los municipios, como en Roma a los magistrados con sella o subsellium, se concedían en recompensa a funciones bien realizadas. Como escabel, el suppedaneum o scamnum, puesto delante del solium, la cathedra y junto a la cama, era rectangular, con cuatro patas y algunos, como los que se ponían ante el solium, artísticamente decorados.


- La silla (sella) se apoya en cuatro patas rectas, sin respaldo y con brazos opcionales. Es ligera y fácil de transportar, se fabricaban de madera y bronce y eran muy usadas según las representaciones artísticas. La sella curulis, plegable, con asiento de cuero y patas curvadas en forma de s. De marfil la usaban en público los magistrados mayores pero las de las casas (sella familiarica) eran sencillas. La sella gestatoria o lectica era una silla de mano, cubierta o no, que se empleaba para ser conducido por las calles, fue usada principalmente por mujeres.

- La cathedra es una silla con respaldo largo y arqueado que se hacía casi únicamente de madera. Las patas suelen estar algo arqueadas hacia afuera, sin apoyo para los brazos. Solían usarse cojines para estar más cómodos la usaban sobre todo mujeres y hombres afeminados aunque también se denomina así al asiento del maestro en la escuela, con apoyo y respaldo recto.

- El solium o trono era una cathedra lujosa, más alto que aquella, por eso solía acompañarse de un escabel para apoyar los pies. Era el asiento propio de los dioses, reyes, príncipes y, en casa, del paterfamilias. Es el asiento de honor y su posesión pasaba de padres a hijos. Se compone de un asiento cuadrangular, alto, y recto respaldo, con apoyo para los brazos, con patas torneadas, simple y sobrio, con un almohadón o cojín. Solían hacerse de madera con algunas incrustaciones en bronce, marfil o hueso en el apoyabrazos y con patas talladas. No suelen ser zooformes. El solio estaba en el atrio de la casa y cuando no lo usaba el padre se cubría con un tapiz de lana de vivo colores. Se usaba en recepciones y en las salutationes matutinae, cuando había consejo de familia, more antiquo, en el atrio. En los teatros los había en forma de trono para la autoridad y en tiempos cristianos para el obispo o preste.


Los almohadones de lechos, divanes, sillas, tronos, se denominan ceruicalia, puluinar, puluinis o puluillus, son fundas de tela (culcita o torus) rellenos de material resistente y elástico (paja, alga, heno, hojas secas, borra o tormentum, plumas, de cisne las más cotizadas, lana, etc). Podía ser de lino finísimo, en púrpura recamada de oro, con bordados de flores, animales, escenas mitológicas, de cuero, rellenos de aire que inflaban según la conveniencia. Se traían y llevaban según se necesitasen: al salir de paseo, ir al circo, al teatro, a la escuela, o para honrar a un huésped. Los había de todos los tamaños y formas.


Armaria et arcae






















Fueron unos muebles muy populares y usados. Su nombre indica que eran el lugar donde se guardaban las armas. Eran parecidos a los nuestros sólo que en lugar de cajones tenían tablas corridas a lo ancho que distribuían su interior según lo que guardase: en las tiendas, según las mercancías; en los talleres, según los productos; en las bibliotecas, según los libros que contuviesen... No conservamos ejemplos en madera más allá de las representaciones que nos ofrece las manifestaciones artísticas, aunque sabemos que también los hubo practicados en la pared, como las alacenas, grandes como los que contenían numerosos anaqueles en las alae y en el tablinum los documentos familiares y las imagines maiorum, o más pequeños como aquellos otros donde se guardarían las ropas, vajillas, alhajas, etc. Todos podían cerrarse con llave.

Los cofres o arcas eran de variadas formas según su fin: grandes de madera para la ropa (arca vestuaria), las de guardar el dinero o los objetos de valor, protegidas con bronce u otros metales ricamente claveteadas (arcae ferratae o aerata), de las que sí se conservan diversos ejemplares; la pequeña arca (loculus, cista o scrinium) para las joyas y productos femeninos o para guardar las provisiones y objetos de uso cotidiano (arculae, cistae, capsae). Los pobres, por su pobreza se bastaban con un sacculum para guardar sus pertenencias. Las arcas se colocaban en el atrio, adosadas a alguna pilastra, puestas sobre base de mampostería y fijadas al suelo por un fuerte clavo que atravesaba el fondo.


Specula, solarium et clepsydra




En un principio, los espejos se fabricaban en un metal blanco, resultado de la aleación del cobre y el estaño, después también se hicieron de plata. Era una lámina redonda u ovalada sostenida por un mango finamente trabajado que, a pesar de la paulatina entrada del uso del cristal, nunca llegó a desterrar al metal. Se abrillantaba con piedra pómez y lo empleaban sobre todo las mujeres aunque los hombres también. Los espejos que empleaban las mujeres en su aseo eran grandes y lo soportaban dos esclavas mientras otras la peinan y aderezan, los portátiles son menores y empleados por las mujeres.


Los romanos conocieron y emplearon dos clases de relojes: el de sol (solariun) y el de agua (clepsydra). El de sol su uso se extendió mostraban las horas en los lugares públicos quedaron sometidos a la vigilancia de los censores. Como los nuestros, consistían en un plano horizontal, vertical o inclinado sobre el que una varilla (gnomon) proyectaba la sombra. El plano estaba divido en sectores y la sombra, al ir pasando por ellos, marcaba la hora aproximada ya que, con su sistema horario, las horas eran muy largas en verano - cuando el sol se pasaba quince horas en el horizonte - y muy cortas en invierno - cuando sólo alumbra nueve horas-. Así pues, la precisión era imposible si bien para los romanos no tenía mayor importancia. En las casas y villas de los más ricos solían estar situados en un lugar señalado de la zona abierta donde se ubicase.


Bastante tardía es la introducción del reloj de agua griego. La clepsydra se componía de dos recipientes en forma de copa, una invertida, que se comunicaban entre sí por un conducto estrecho, como los nuestros de arena. Se usaban fundamentalmente en los tribunales para medir el tiempo de las intervenciones de los oradores y solían ser pequeños. Otros, más grandes, que duraban veinticuatro horas, marcaban por medio de una escala en el recipiente inferior las horas transcurridas.


Mensae apparatus





Era una auténtica pasión la que sentían los romanos por la vajilla fina. Las múrrinas, de oriente, hechas de material misterioso aún no identificado (ágata, ónice o sardónica), con forma de vaso o copa eran tan apreciadas como el oro. El nombre quizá provendría de murrha o murrhitis, porque olería o tendría el color de la mirra. Había una pasta artificial de vidrio que lo imitaba, pocula murrhina, de menor valor. Su calidad era excelente y las formas que se lograban con este material, maravillosas. Preciosas eran también las vajillas de ónice, sardónica y cristal.


Algunas se conservan porque con el paso de las generaciones no se han perdido debido a su valor o las que se han conservado por haber pasado del culto pagano al cristiano. El cristal de Roca también era preciado aunque la más común y antigua fue la vajilla de plata.


Los antiguos romanos se contentaban con tener un salero de plata sagrado en la mesa, pero conquistada España y descubierta sus minas de plata, su presencia en la casa fue notable. Desde Tiberio hasta Aureliano, se prohibió el uso de vajillas de metales preciosos fuera del ámbito religioso, pero sin éxito. La razón era que la continua depreciación del dinero llevaba a considerar que la inversión en estos objetos, fáciles de transportar y difíciles de consumir o estropear, era un valor seguro.





Aulaei, uelae et cetera


En la casa antigua, los tapices y cortinas son una reminiscencia de las telas que en la primitiva cabaña revestían los interiores, las puertas y las ventanas. Este uso provenía de Oriente y evitaba que se viesen las paredes de ladrillo y protegían del calor, de ahí la rica industria persa de tapices y alfombras. Los griegos, conocieron pronto estas comodidades y las emplearon en los pórticos para dar sombra y en los templos para tapar las imágenes de los dioses en determinadas festividades. Entre los romanos, el uso de uela es el de ver sin ser visto. Son numerosas las citas donde se acredita esta afirmación. En las casas particulares, se emplean para evitar luz y curiosos. Eran complicadas en las casas ricas y sencillas en las normales (cena sine aulaeis era señal de condición humilde). En algunas casas se han encontrado anillas o escarpias para sostener cortinajes tendidos sobre el atrio, ante el tablinum, para aislarlo del atrio. También se usaban en las lecticae (plagae o plagulae), en las sellae gestatoriae y en los carruajes de viajeros.


Iluminatio et calefactio




La calefacción de las casas se lograba con hornos fijos de leña construidos en un lugar bajo la casa cuyo humo y calor pasaba bajo el piso por aberturas creadas bajo el suelo o a lo largo de las paredes entre dos tabiques o tuberías.


También contaban con hornos portátiles (foculi), más comunes, grandes recipientes con forma de cubo donde se quemaba leña. Para éstos últimos, la primera quema se hacía en el atrio o en el peristilo y luego se introducía en las habitaciones donde con fuelles podía animarse el fuego. El problema es que enrarecía el ambiente y causaba dolores de cabeza.


El alumbrado se lograba a través de antorchas (taedae, faces), candelas (candelae) y las lámparas de aceite (lucernae):

- Las antorchas, sacadas de madera resinosa, fueron al comienzo un sistema de iluminación usual en las casas. Con el tiempo, su uso se reservó para bodas y funerales.

- Las candelas se lograban envolviendo en capas de cera o sebo un pabilo vegetal (papiro, estopa, esparto, junco, cáñamo, cuerda con pez, cera o sebo) retorcido en ellas para formar gruesas hachas que resistían y se llamaban funalia o funales cerei o simplemente cerei. Eran llevadas por un esclavo que acompañaba al señor cuando salía de noche y en los triunfos.

- Cuando se generalizó el uso del aceite, la lucerna o lychnus fue el sistema de iluminación más común en las casas romanas. Son recipientes oblongos y aplastados, provistos de un asa por la parte posterior y de un pico o más (rostrum, myxus) en la anterior por donde sale el pabilo (ellychnium). En el centro tiene un agujero por donde se mete el aceite y la mecha de estopa, cáñamo o papiro. Fuera del uso doméstico, también se empleaban en las fiestas públicas, en las solemnidades religiosas, colgadas en las ventanas alumbrando la calle, en los espectáculos nocturnos. Las más ordinarias eran de arcilla, aunque las había también de bronce y de materiales preciosos, con incrustaciones en oro, piedra, alabastro, vidrio y ámbar, destinadas para los templos y sepulcros de hombres ricos. Las formas que presentan son muy variadas: las que iluminaban la mesa de trabajo del tablinum tenían la apariencia de un trípode; otras, para poder ser colgadas, tenían una cadenita por la que podían pender del techo; otras lucernas podían tener un soporte o agruparse en candelabros con forma de árboles de los que cuelgan frutas, en forma de ganso, rana, columnillas, estatuillas...

- Las linternas (laternae), portátiles, fueron de uso es temprano. En casa o en la calle tenían la ventaja de que no se apagaban ni había riesgo de quemarse pues encerraban la luz del viento entre sus transparentes paredes de vitela fina, cuerno (laterna cornea), vejiga (laterna de uesica) y más tarde de cristal. Las más preciadas venían de Cartago





- Los candelabros eran originariamente soportes para colocar las candelas o lámparas de aceite. Constaban de una caña con una arandela en la parte superior donde se colocaba una tea o una piña de pino ardiendo, un soporte base que podía simular una columna o figura humana y el pie triple con la apariencia de las patas de un animal que lo fija al lugar deseado. Aunque empezaron siendo sencillos y baratos, su popularidad los acabó convirtiendo en un objeto precioso con incrustaciones de todo tipo de material noble que lo encarecía enormemente y dotaba de gran sofisticación cualquier hogar pudiente.

LOS ROMANOS

Tras la II Guerra Púnica los cartagineses abandonan Andalucía y su presencia fue sustituida por la de los romanos, que tuvieron que hacer frente a algunos focos de resistencia. Como consecuencia de la victoria romana se creó la provincia de Hispania Ulterior, que abarcaba casi todo el territorio andaluz, salvo la parte norte de las provincias de Jaén y Granada y la parte de la provincia de Almería, que quedaron bajo la administración de la provincia Tarraconense y posteriormente de la Cartaginense. A esta primera división durante la República Romana le sigue otra ya en tiempos de Augusto donde la provincia de la Hispania Ulterior se divide en las provincias de Lusitania y la Bética, ocupando esta última buena parte del territorio andaluz, teniendo a Corduba (Córdoba) como capital.



El territorio se articulaba a través de una red de calzadas en torno a estos ejes se disponían importantes núcleos de población, como Corduba, Gades, Malaca, Itálica, Iliberris, Hispalis, Ostippo, etcétera, que monopolizaban la recaudación de impuestos, el comercio y la explotación del ager, además de ser grandes focos de penetración de la cultura romana y de su distribución por sus áreas de influencia rural. El carácter divisorio de grandes ríos como el Guadiana y el Guadalquivir, la importancia de los grandes distritos mineros, la frontera natural que supone Sierra Morena, la importancia de grandes núcleos poblacionales y la facilidad de comunicación por el mar, son elementos que hacían de frontera y que a la vez configuraban un espacio territorial con distintas realidades pero con cierta cohesión.


La Bética tuvo una importante aportación al conjunto del Imperio romano, tanto de carácter económico, como cultural y político. En el terreno económico continuó siendo muy significativa la extracción de minerales (oro, plata, cobre y plomo) y la agricultura, con la producción y exportación sobre todo de cereales, aceite y vino, éstos dos últimos especialmente famosos en todo el Imperio junto con el garum. En el terreno político, la Bética fue durante mucho tiempo una provincia senatorial que, debido a su alto grado de romanización, dependía del poder político del Senado, no del poder militar del Emperador.


Fue dividida en cuatro conventus iuridici: el Conventus Cordubensis, con capital en Córduba que además era la capital de toda la provincia Bética; el Conventus Astigitanus, con capital en Astigi; el Conventus Gaditanus, con capital en Gades y el Conventus Hispalensis con capital en Hispalis. Estos territorios eran partidos judiciales, en los que los principales de la comunidad se reunían anualmente bajo la dirección de un legatus iuridicus del procónsul para supervisar la administración de justicia.

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La conquista romana, tanto económica como política, y la profunda romanización de la Bética puso fin en gran medida a la cultura autóctona.

La provincia de la Betica dio a Roma los emperadores Trajano y Adriano, naturales de Itálica. Cabe destacar a los miembros de la familia Anneo originarios de Corduba, empezando por el el padre Seneca el Viejo conocido orador, sus hijos Lucio Anneo Seneca, famoso filósofo, Galión, y por último el nieto Lucano, gran poeta. También se puede destacar al escritor agronómico Columela originario de la ciudad de Gades, entre otros.