miércoles, 11 de noviembre de 2015

PREHISTORIA DE ANDALUCIA II (Edad de los Metáles)


.-Edad de los Metales

Durante la Edad de los Metales se caracteriza por el invento de la fundición de los metales, que fue introducido en Andalucía por pueblos del Mediterráneo oriental. La introducción de los metales en la tecnología supuso un importante avance en la fabricación de herramientas para la labranza, caza y pesca, así como para la guerra. La especialización en las herramientas fue tal que se llegó a la división en el trabajo, favorecida por el excedente de producción en la agricultura, y que provocaría la primera estratificación social en distintos grupos. Otro de los cambios importantes producidos en este período fue el desarrollo del transporte y el comercio, debido a la localización de los yacimientos metálicos y a su transporte hacia las zonas del arco levantino mediterráneo. El Mediterráneo se convirtió en el eje principal de comercio lo que provocó una intensificación de todo tipo de relaciones y una irradiación más rápida de los avances técnicos y los intercambios culturales que precipitará la entrada de Andalucía en la fase protohistórica.

La Edad de los Metales suele dividirse en tres etapas, utilizando como nomenclatura el nombre del metal utilizado en cada una de esas fases: La Edad de Cobre, la Edad de Bronce y la Edad del Hierro. En Andalucía durante la Edad de Cobre se desarrollaron una serie de importantes culturas como son la Cultura megalítica, la de Los Millares, la del Vaso Campaniforme, la de El Argar. En el Hierro, con la llegada de los pueblos colonizadores, se desarrolló la importante civilización de Tartessos, con la que Andalucía entró en la Protohistoria.

.- Megalítismo

El término megalitismo procede de las palabras griegas mega (μεγας), grande y lithos (λιθος), piedra. Aunque el concepto es muy amplio algunos autores denominan megalitismo al fenómeno cultural focalizado en el Mediterráneo occidental y la Europa atlántica, que se inicia desde finales del Neolítico y dura hasta la Edad del Bronce, caracterizado por la realización de diversas construcciones arquitectónicas hechas con grandes bloques de piedra escasamente desbastados denominados megalitos.

Grandes monumentos megalíticos se hallan diseminados por buena parte de Europa occidental, pero los focos más importantes se encuentran en Bretaña, sur de Inglaterra e Irlanda, y sur de España y Portugal.

Este fenómeno se identifica esencialmente con la construcción de tumbas monumentales del tipo dolmen (en bretón mesa de piedra), en cuyo interior se fueron enterrando sucesivamente a los fallecidos de un grupo humano, apartándose cuidadosamente los huesos de los anteriores difuntos (enterramientos colectivos). Los dólmenes pueden ser simples o de corredor, en galería, o cistas, y la mayoría estuvieron inicialmente cubiertos por un túmulo de tierra o piedras, que actualmente suele haber desaparecido en su mayor parte.
El fenómeno megalítico solamente se explica en el marco de los cambios producidos a raíz de la neolitización del occidente europeo. Estos cambios de carácter económico y social, fueron consecuencia del paso de una economía depredadora, basadas en la caza y la recolección, a otra productora, basada en la agricultura y la ganadería. Las poblaciones afectadas comenzaron a considerar la tierra en la que vivían y de la que se nutrían como propia. La acumulación de excedentes y la necesidad de una organización mayor provocó la aparición de sociedades segmentarias (o tribus), y posteriormente, de las primeras jefaturas. Estas sociedades (más complejas que las bandas paleolíticas) fueron, bajo la tutela de los chamanes (que detentaban el poder espiritual y simbólico), las responsables de la construcción de tales obras.

Este proceso se puede observar al realizar una lectura sociológica de los enterramientos: los enterramientos colectivos sin claras diferenciaciones son interpretados como propios de sociedades segmentarias más o menos igualitarias y lideradas por grandes hombres, mientras que los que registran agrupaciones y ajuares desiguales corresponderían a sociedades jerarquizadas dirigidas por un jefe.

Los monumentos megalíticos han sido interpretados como centros simbólicos y/o rituales de las poblaciones de su entorno, de las cuales hay muy pocos datos: unas pocas cabañas dispersas de madera o piedra, acumulaciones de sílex, fosas y hogares.

Las distintas interpretaciones de las posibles funciones ideológicas giran alrededor de su utilización como elementos de equilibrio social, de delimitación territorial, de prestigio y/o de poder de la comunidad, remarcándose la identificación de sus constructores con la tierra en la que estaban enterrados sus antepasados, lo que les otorgaría el derecho a trabajarla. Con el fortalecimiento de las jefaturas y la consecuente jerarquización social, que coincide con el auge de la metalurgia, se fue cambiando hacia un modelo en el que primaba lo individual sobre lo colectivo: los megalitos dieron paso a los enterramientos individuales.

Ciertos autores postulan que hay una conexión astronómica en muchos monumentos megalíticos. Consideran que su disposición está orientada según los ciclos celestes. Señalando solsticios, equinoccios, u otros acontecimientos anuales mediante la sombra o iluminación de alguna parte de los megalitos. Es cierto que las sociedades neolíticas poseían conocimientos astronómicos vinculados a los ciclos de siembra y recolección, y que éstos podrían (o no) haberse visto reflejados en la construcción de megalitos.

En Andalucía, destaca el conjunto de monumentos megalíticos de Antequera, con los Dólmenes de la Menga, Viera y El Romeral.

El más antiguo de ellos es el Dolmen de la Menga. Es el dolmen de mayores dimensiones de toda la cultura megalítica. Es un sepulcro de galería. El corredor apunta a un monte llamado "Peña de los enamorados" el cual se asemeja al perfil de un rostro humano.

El siguiente, por orden cronológico, es el Dolmen de Viera, que se encuentra orientado hacia el Sur, y es del tipo de corredor con cámara funeraria separada por una losa horadada.


El tercero es el Dolmen de El Romeral, el más moderno, y orientado a Poniente, que al igual que el de la Menga mira a la "Peña de los enamorados". En este dolmen podemos encontrar algunas innovaciones, como es el uso de mampostería en las paredes, tiene un corredor muy largo, y dos cámaras, una de mayor tamaño que la sepulcral y otra más pequeña o camarín que está contiguo a la cámara principal.

Otro ejemplo lo encontramos en el Dolmen de Soto, situado en la localidad de Trigueros, provincia de Huelva. Por su disposición está relacionado con el Dolmen de Menga (Antequera). Se encuentra muy bien conservado. En los estudios realizados sobre el Dolmen de Soto se ha descubierto que algunos bloques de piedra llegan a pesar 21 toneladas, y que se trajeron desde una distancia de 38 kilómetros. En su interior había 8 esqueletos delante de un monolito con grabados, y junto a los cadáveres se hallaron ajuares funerarios (hachas  de piedra, cuchillos de sílex, cuencos semiesféricos, plato con decoración incisa, un brazalete cónico de huesos, etc.) entre los que no se encontró ningún elemento hecho en metal.

.- Cultura de los Millares

Se extendió por Andalucía oriental y el Levante español entre las postrimerías del IV milenio a. C. y el final del III. Su exponente principal es el yacimiento epónimo de Los Millares, en el municipio de Santa Fe de Mondújar, Almería, España.



Los yacimientos calcolíticos del sudeste peninsular se extienden por Almería, Granada, Murcia y Alicante. Según algunos autores, los grupos millarenses serían herederos de la cultura de Almería y se habrían desarrollado entre el 3100 a. C. y el 2200 a. C., aproximadamente. Otros investigadores discuten la existencia de tal cultura neolítica, relacionando sus supuestos restos materiales con una fase temprana de la cultura de Los Millares, que abarcaría desde el 3500 a. C. hasta el 2250 a. C.

Los principales yacimientos son asentamientos con una cierta entidad (una hectárea normalmente) y nivel de urbanización, dedicados a la explotación de sus respectivos territorios: Almizaraque (Bajo Almanzora), Terrera Ventura (Tabernas), El Tarajal (Campo de Níjar), El Malagón (Chirivel), Las Angosturas, Cerro de la Virgen, Cabezo del Plomo (Mazarrón), Les Moreres (Crevillente), etc. La excepción es el poblado de Los Millares que llegó a ocupar entre 4 y 5 h, lo que lo convierte en un posible lugar central.

Entre las características comunes de estos yacimientos destacarían:
    La presencia de importantes fortificaciones.
    Viviendas de planta circular de hasta seis metros de diámetro y construidas en piedra.
    Necrópolis en el exterior de los poblados, con abundancia de enterramientos megalíticos colectivos, tipo tholos en las zonas bajas y también cuevas e hipogeos hacia el interior.
    Metalurgia del cobre.
    Constatación de la existencia de intercambios.
A excepción de Los Millares, el resto de poblados no se diferencia entre sí, ni por su tamaño, ni por la monumentalidad; los contrastes sólo aparecen en los ajuares correspondientes a los enterramientos. Éstos últimos se caracterizan por su gran tamaño: los tholos suelen estar formados por una cámara circular de hasta seis metros de diámetro cubierta por una falsa cúpula, cámaras laterales secundarias, corredores de acceso divididos en secciones por unas losas perforadas y un túmulo de tierra recubriéndolo todo.





Mientras que los poblados de las zonas cercanas al mar controlaban vegas fértiles, lo que indicaría una clara dedicación a la agricultura, los de las tierras altas estaban situados en pasos naturales y áreas de pastos, ideales para dominar el comercio y la ganadería. Entre los cultivos se encontraban los cereales (trigo y cebada) y las leguminosas (haba y lenteja). Además de los cultivos de secano, hay indicios de que se practicaba también el regadío (en las excavaciones del Cerro de la Virgen apareció una acequia claramente calcolítica). La cabaña ganadera estaba constituida por cabras, ovejas, bóvidos y équidos, de los cuales no solo se extraerían carne y pieles, sino que se obtendrían numerosos recursos secundarios, como son la leche (y su derivado el queso), el estiércol, la tracción y la carga. Asimismo, la caza (ciervos, jabalíes, uros, etc.) tendría un peso importante en la dieta de estas poblaciones, aportando hasta la quinta parte de la carne consumida.

La mayoría de las actividades artesanales se realizaban en los entornos domésticos, la producción de algunos bienes requerían de la existencia de especialistas, caso de algunas cerámicas muy homogéneas y del taller metalúrgico de Los Millares. Las redes comerciales debieron unir todo el sudeste peninsular, llegando a alcanzar el Atlántico y Norte de África, hecho constatado por la presencia en los enterramientos de campaniformes marítimos, marfil y huevos de avestruz.

En los ajuares funerarios aparecen artefactos de cobre fundido como hachas planas, cinceles o puñales triangulares, pero la mayor parte de los útiles encontrados estaban fabricados en piedra tallada (puntas de flecha bifaciales o alabardas) o pulida (hachas, azuelas e ídolos). También se utilizaban el hueso y el asta para realizar punzones, agujas o botones. La cerámica es habitualmente tosca y lisa, abarcando básicamente cuencos, platos y cubiletes, aunque también se encuentran vasos simbólicos (con oculados y soliformes) y campaniformes.

Gracias al estudio de los restos hallados en las necrópolis (sobre todo de Los Millares) los investigadores han llegado a la conclusión de que ésta era una sociedad en proceso de jerarquización, Aunque las sepulturas son colectivas y, por tanto, representativas de un grupo familiar, entre ellas hay claras diferencias, que se aprecian en su mayor o menor complejidad arquitectónica y en la riqueza de los ajuares que contienen. Además, las tumbas más complejas y ricas se encuentran más cerca de la muralla, en el interior de ellas se ha detectado una cierta compartimentación del espacio y no todos los miembros de la comunidad eran enterrados en ellas (en Los Millares se han hallado unos mil esqueletos). Todo ello lleva a suponer (a falta de pruebas categóricas) que unas incipientes élites comenzaban a diferenciarse del resto de la población.

A grandes rasgos, dos han sido las líneas de interpretación mediante las cuales se ha querido explicar el origen de la complejidad cultural en el sudeste ibérico durante el Calcolítico:
    La tesis difusionista u orientalista, consecuencia de una posible llegada de colonos.
    La explicación evolucionista o autoctonista, basada en la falta de hallazgos materiales de importación oriental.

Actualmente la mayoría de los estudiosos opinan que los cambios culturales y sociales que se dieron en el área de Los Millares durante la Edad del Cobre fueron la consecuencia de una evolución autóctona. El problema está en la falta de datos arqueológicos que impiden ofrecer una imagen más completa del alcance de esta evolución.

.- Vaso Campaniforme

El vaso campaniforme es una manifestación cultural asociada al Calcolítico y al período inicial de la Edad del Bronce. Su cronología e interpretación es controvertida. Gracias a los datos proporcionados por el radiocarbono se ha podido establecer que los vasos campaniformes más antiguos serían los encontrados en el área del bajo Tajo (Portugal), con una cronología que iría del 2900 al 2500 a. C. Según otros autores se situaría sobre el 2400 a. C., desapareciendo hacia el 1800 a. C.



Su nombre es la consecuencia de las especiales características de esta cerámica (en arqueología denominadas vasos) con forma de campana invertida y profusamente decoradas que se han encontrado, generalmente en contextos funerarios, en buena parte de Europa: Península Ibérica, islas del Mediterráneo Occidental, Francia, Gran Bretaña e Irlanda, los Países Bajos y parte de Europa Central.
Su presencia está relacionada con la difusión de la metalurgia del cobre en Europa Occidental, convirtiendose en el fósil director de dicha expansión.


En Andalucía se presentaría el tipo de vaso campaniforme denominado marítimo, junto a sus derivaciones más tardías, correspondería a las formas más antiguas, y se caracteriza por ofrecer una decoración puntillada, agrupada en bandas estrechas horizontales que alternan con otras de similar anchura lisas, sin decoración. Frecuentemente presentan un engobe rojo brillante que recuerda a la cerámica “a la Almagra”, técnica practicada ya desde el neolítico andaluz. Aparecen en el interior de los enterramientos megalíticos colectivos, sin mostrar mayor aislamiento, junto a otros elementos del ajuar funerario que no cabría considerar como campaniformes.

El final se podría situar sobre el 1700 a. C., al existir interferencias entre el campaniforme y grupos del Bronce antiguo, como sucede en la cultura de El Argar.

En la península ibérica el fenómeno campaniforme define la fase final del Calcolítico y los siglos iniciales de la Edad del Bronce. Menos algunas excepciones la mayor parte de los enterramientos campaniformes se encuentran en las regiones costeras o cerca de estas. En cuanto a los asentamientos y monumentos en el contexto ibérico, esta cerámica se encuentra generalmente en asociación con materiales calcolíticos locales y aparece muchas veces de forma "intrusiva" al encontrarse en monumentos funerarios cuyos orígenes se pueden remontar al IV o V milenios a. C. El campaniforme ha sido tan determinante para establecer las cronologías del sur y suroeste peninsulares que su ausencia o presencia son el fundamento de la división en dos fases de los grupos de Los Millares y Vila Nova (Portugal).

En la península ibérica son más frecuentes los campaniformes marítimos que los cordados y los mixtos. Aquellos han sido considerados “antiguos” y aparecen a partir del 2900 a. C. en el estuario del río Tajo. Entre los campaniformes posteriores o “avanzados” se podrían distinguir cuatro grupos:
    Palmela, en el estuario del Tajo.
    Ciempozuelos, en las tierras interiores.
    Carmona, en el Bajo Guadalquivir.
    Salomó, en Cataluña.
Los yacimientos donde se encontraron este tipo de vaso cerámico presenta unos rasgos comunes:

    Tumbas individuales en cista, fosa, cueva o intrusión dolménica.
    Un utillaje común formado por puñales de lengüeta, puntas palmela, leznas biapuntadas de cobre, adornos de oro (como diademas de fina chapa, pocas veces decoradas), botones de hueso con perforación en “v”, etc.
    La cerámica de distintos estilos donde el vaso campaniforme es el elemento diferenciador.
    Cronológicamente la mayor parte de los yacimientos se enmarcan entre el 2000 y el 1700 a. C. aproximadamente.


El grupo de Carmona. Se extiende por el Bajo Guadalquivir y casi todos los hallazgos corresponden a confusos enterramientos en fosa o cueva. En Andalucía oriental y especialmente en el Cerro de la Virgen de Orce (Granada) se documentan cabañas circulares de adobe vinculadas a la cultura del vaso campaniforme. Se han encontrado allí vasos incisos y decorados con peine, también hay copas anchas.



En La Algaba (Sevilla), que muestra un ambiente cultural esencialmente campaniforme, el tipo de plato de borde almendrado y de pestaña vertical, aparece junto a cerámicas decoradas según técnica y estilo campaniforme. Las cerámicas de este yacimiento han aparecido ocasionalmente, con motivo de la remoción de tierras para la obtención de gravas bajo el yacimiento

La interpretación actual denuncia el planteamiento tradicional de “una cerámica, un pueblo, una cultura”. La idea sería que el vaso campaniforme fue una cerámica de lujo, la cual, junto a las conocidas armas de cobre, los brazales de arquero, las joyas de oro (muy raramente en plata) y los botones con perforación “en v”, formaban parte de un “paquete de objetos de prestigio” difundido por procedimientos comerciales. Así, no habría existido una sola cultura campaniforme ni un solo ritual funerario campaniforme, sino muchas culturas con sus tumbas particulares, en las que aparece esta cerámica cuyo uso quedó restringido al de unas élites, adjudicando su uso en exclusiva a los líderes comunitarios de los territorios donde se han encontrado .

La relativa unidad del vaso campaniforme en Europa en el tránsito del III al II milenio a. C. podría explicarse en el seno del clima de interacción comercial creado por unas élites ávidas de bienes de prestigio. Se interpretaría como representativo de una moda, usada por las élites europeas en ceremonias sociales en las que se asociaba a la bebida, empleada también en pactos políticos, transmisión de conocimientos, alianzas matrimoniales, etc.

Se sabe que sirvió para beber cerveza o hidromiel, según el análisis de los posos de una pieza escocesa. Pero también fue usado en algunos casos como un recipiente de reducción para fundir minerales de cobre; otros conservan restos orgánicos asociados con comidas e, incluso, algunos fueron empleados como urnas funerarias.

.- Cultura de El Argar

Debe su nombre al yacimiento epónimo de El Argar, en el municipio de Antas, Almería. Se caracteriza por la existencia de poblados situados en áreas de difícil acceso y/o fortificados, casas de planta cuadrada construidas con piedra y adobe, enterramientos en cistas, tinajas o covachas bajo el suelo de las propias viviendas, una clara uniformidad material, la abundancia de armamento militar y una progresiva estratificación social. Se extiende por el sudeste peninsular, ocupando las provincias de Almería y Murcia donde se encontraría el núcleo central, así como parte de Granada, Jaén, Ciudad Real y Alicante. Tal expansión sería consecuencia directa del militarismo argárico, dirigiéndose hacia zonas estratégicas que permitieran el control sobre las vías de comunicación o sobre los recursos agropecuarios o mineros.


Su datación va desde mediados del III a mediados del II milenios a. C., distinguiéndose al menos dos fases, durante las cuales se produjo una continua jerarquización social interna y una expansión externa sobre las regiones colindantes. Entre aproximadamente 2300 y 1800 a. C. la primera y hasta el 1500 a. C. la segunda, momento en el que la sociedad argárica desaparece bruscamente. Estos cambios se aprecian en la evolución de los ajuares funerarios, en la primera fase encontramos una élite masculina que se enterraba en covachas o cistas con alabardas y puñales, junto a mujeres asociadas a puñales y punzones, mientras en la segunda la élite dominante presenta espadas largas para los hombres y diademas para las mujeres, un segundo estrato social donde aparecen los binomios hacha/puñal masculino y puñal/punzón femenino, seguido por otras tumbas que presentan ajuares más pobres.

La mayoría de los poblados argáricos conocidos se encuentran situados en zonas altas de fácil defensa, a pesar de ello algunos presentan estructuras defensivas como murallas y torres, pero la mayoría no las necesitaban. También se conocen algunos asentamientos de menor entidad situados en zonas llanas. Su tamaño suele ser modesto con estimaciones de población menores a 1000 habitantes. Los poblados estaban constituidos por edificios de planta rectangular o trapezoidal construidos con piedra, tapial o adobe, las casas están compuestas por varios recintos de muros rectos y de forma irregular que se agrupan en núcleos compactos y se se adaptan a la configuración del terreno mediante la construcción de terrazas escalonadas, en el caso de los poblados en altura, presentan una serie de servicios comunitarios que incluyen canalizaciones de desagüe, cisternas para suministro de agua, rampas y escaleras entre unos niveles y otros, graneros de almacenamiento, corrales para el ganado, hornos cerámicos y metalúrgicos. En la cima se halla el núcleo del asentamiento que hace las veces de fortificación. Existen construcciones de carácter doméstico, con hogares, donde se ha encontrado utillaje y recipientes de almacenamiento, junto a otras edificaciones dedicadas a talleres, actividades productivas y almacenes centralizados. La mayoría de los asentamientos argáricos parecen ser de nueva fundación y presentaban características singulares en comparación con los de la época previa (cultura de Los Millares), lo que se interpreta como efecto de una gran transformación social. Los asentamientos suele estar cerca de fuentes de agua potable y, algunos, de los yacimientos de cobre y plata. A un poblado de carácter central suelen corresponderle otros más pequeños a modo de puestos avanzados.

Si algo caracteriza al grupo argárico son los enterramientos, que se realizaban casi siempre en el interior de los espacios habitacionales. Las inhumaciones se realizaban en el interior de fosas, covachas, cistas o grandes tinajas cerámicas, denominadas pithoi, éstas predomina en las zonas litorales, mientras en el interior lo son las fosas. Las ofrendas funerarias presentan grandes diferencias entre unas y otras, su análisis ha permitido plantear la hipótesis de una fuerte jerarquización social. Los enterramientos suelen ser individuales, pero en ocasiones los encontramos de dos o incluso tres personas, se supone que de una misma familia. Ocasionalmente se han hallado cenotafios conteniendo objetos personales, pero sin cadáver. Los espacios funerarios se sellaban con una gran piedra, cubierta a su vez por arena para dar uniformidad al suelo de la vivienda y señalada por otra piedra de reducido tamaño que se colocaba sobre la tumba. También podían estar cubiertos por lajas de piedra que formaban bancos de trabajo domésticos. Todos estos aspectos llevan a pensar que las comunidades argáricas poseían unas creencias ultraterrenas bastante desarrolladas, pero a la vez representan un claro cambio en las ideas y en la estructura social respecto al Calcolítico.


Enterramiento en Pithoi



Enterramiento en cista



Enterramiento en fosa

De entre todos los enterramientos de esta cultura se puede destacar la llamada Momia o Hombre de Galera, se trata del cadáver de un hombre momificado, que data aproximadamente del año1400 a. C. Pertenecía a la cultura de El Argar, en plena Edad del Bronce, y se considera uno de los cuerpos mejor conservados de la Prehistoria europea. El "Hombre de Galera", fue hallado en la sepultura 121, en el interior de una pequeña cueva oval, enterrado en lo que se cree fue el hogar del personaje, en el yacimiento argárico de El Castellón Alto, enclavado en el municipio de Galera, provincia de Granada. Junto al cuerpo aparecieron diversas herramientas y cerámicas y el cuerpo de un niño de 4 años que podría ser su hijo.


El hecho de que el enterramiento se protegiera con tablones de pino cubiertos con barro, la construcción de un muro de piedra y las condiciones de sequedad de la zona, impidieron que los micro-organismos actuaran y así se consiguió la momificación y preservación del cuerpo de manera natural.

Características:
    Momificación natural
    Originariamente el cuerpo se cubrió con una bolsa cerrada herméticamente por dos lados.
    El hombre tenía 28 años aprox. cuando falleció y a su lado se encontró el esqueleto de un niño, que se sospecha que pudo ser su hijo.
    Medía 1,60 metros de altura.
    No se encontraron signos de lucha ni lesiones que pudieran causar su muerte, así que se cree que pudo morir por una neumonía o alguna infección similar.
    El cadáver, lucía barba, tres coletas, una de ellas tan larga que superaba la cintura, portaba pantalón, un gorro de tela.

    Se encontraron además diversas herramientas y objetos:
    una azuela.
    un puñal.
    tres cuentas de collar.
    varios anillos de plata.
    cuatro cerámicas.
    dos brazaletes de cobre.
.

La economía argárica estaba basada en la agricultura y la ganadería, con una escasa representación de productos obtenidos de la caza, recolección o el marisqueo. La cebada predominaba claramente frente al trigo, las leguminosas o el lino, que se cultivarían en los suelos más fértiles. En el litoral se alternaban los cultivos de cereales y las leguminosas en régimen de secano, mientras que en el interior la agricultura seguiría rotaciones de barbecho, complementada por una importante ganadería. Las principales especies animales domesticadas eran las ovejas, cabras, cerdos, bueyes y caballos. El almacenamiento y la molienda de los cereales se efectuaba de manera centralizada en los poblados más grandes, en los que se han hallado molinos de mano y contenedores de almacenamiento para cubrir unas necesidades muy superiores a las de la población que los habitaba. Hasta el 50 % de los molinos también se almacenaba de manera centralizada.

La cerámica se fabricaba manualmente, era de buena calidad y con tipologías estandarizadas, entre las que destacan las copas, vasos, cuencos y ollas. Los acabados de las superficies son, por norma general, alisados o bruñidos que pueden llegar a ser de alta calidad pero que, salvo contadas excepciones, no constituyeron el soporte de motivos decorativos. Los apliques se reducen a sencillos mamelones, y en menor número asas, localizados cerca del borde.


Copa argárica



Las herramientas se elaboraban en piedra tallada o pulimentada, en hueso o de aleaciones metálicas como el cobre arsenical o el bronce. Las industrias minera y metalúrgica tuvieron gran importancia, como lo atestigua los abundantes hallazgos de artefactos y residuos relacionados con la producción, así como de artículos metálicos. Casi todo la zona argárica es rica en filones metalíferos y éstos serían explotados por núcleos especializados en tales actividades. A pesar de esto, la manufactura textil fue la principal industria y utilizaba, por lo que sabemos hasta el momento, exclusivamente el lino, ya que no se conocen tejidos derivados de productos animales. Es muy probable la existencia de un artesanado especializado. También parece existir una especialización por poblados según sus actividades principales ya fueran mineras, agropecuarias o metalúrgicas, lo que implica una continua circulación de materias primas y manufacturas entre unos poblados y otros. Todo ello precisaría de la existencia de un sistema de comunicaciones desarrollado e instituciones que controlaran todos los procesos.


A nivel general, el conjunto de la economía argárica experimentó un aumento tanto de la productividad como de la producción. Las manufacturas metálicas y, sobre todo, las armas, tendrían una indudable vertiente práctica (como instrumentos de coacción y defensa) pero también simbólica, como objetos de prestigio y poder individuales de las clases dominantes.

El estudio de los ajuares funerarios ha conducido a la diferenciación de hasta cinco estratos sociales jerarquizados, piramidales y tal vez de carácter hereditario:

     a.-Dirigentes masculinos con alabardas y espadas, joyas de oro y plata, así como copas.
     b.-Mujeres y niños pertenecientes a la élite.
     c.-Hombres y mujeres de pleno derecho con hachas, puñales y punzones; entre ellos estarían los                      guerreros que apoyarían a los líderes.
     d.-Individuos de rango inferior con ofrendas sencillas conteniendo algún elemento metálico o cerámico;              serían personas libres dedicadas a labores productivas como la artesanía o la agricultura.
     e.-Personas desprovistas de ofrendas, que podrían ser siervos o esclavos.

La existencia de siervos domésticos se infiere de la presencia de tumbas ricas y pobres en las mismas estructuras poblacionales. La explotación intensiva de su trabajo beneficiaría principalmente a los dirigentes. Los estratos intermedios tendrían también un carácter subordinado respecto a élites, siendo explotados en menor grado, de manera colectiva e indirecta. La reducida élite masculina que poseía el monopolio del armamento ofensivo disfrutaba de un acceso preferente a algunos productos de consumo y una esperanza de vida mayor. La situación de la mujer argárica es controvertida: en algunos enterramientos femeninos aparecen ofrendas del máximo nivel, como diademas de oro, pero en ningún caso armas, salvo puñales y punzones, más asociados a los procesos económicos. Tal restricción ha sido interpretada como subordinación del género femenino.

Desde el 1650 a. C. el mundo argárico comenzó a entrar en decadencia para colapsar hacia el 1500 a. C. Es posible que la intensificación agropecuaria y manufacturera hubieran provocado la deforestación y degradación medioambiental a gran escala del sudeste peninsular, ya de por sí relativamente árido. Cuando el excedente productivo dejó de ser suficiente para mantener la producción secundaria y el clientelismo asociado a los sectores dominantes, el equilibrio del sistema sociopolítico argárico se hundió.

A continuación se enumeran algunos de los principales yacimientos argáricos clasificados por provincias:
Alicante
  • Cabezo Redondo en Villena
Almería
  • El Argar en Antas
  • Cerro del Nacimiento en Sierra de los Filabres
  • Fuente Álamo en Cuevas del Almanzora
  • Gatas en Turre
  • El Oficio en Cuevas del Almanzora
Granada
  • El Castellón Alto en Galera
  • Cerro de la Encina en Monachil
  • Cuesta del Negro en Purullena
Jaén
  • Peñalosa en Baños de la Encina
Murcia
  • La Bastida de Totana en Totana
  • Cerro del Castillo de Lorca en Lorca
  • Cerro de Las Viñas en Coy, Lorca
  • Ifre en Mazarrón
  • Parque Arqueológico Los Cipreses en Lorca
  • Puntarrón Chico en Beniaján
  • El Rincón de Almendricos en Almendricos


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