viernes, 4 de diciembre de 2015

TARTESOS EL REINO PERDIDO




El núcleo original de la cultura tartesia comprende aproximadamente el territorio de las actuales provincias de Huelva, Sevilla y Cádiz. Dos áreas especialmente importantes fueron los centros mineros de los ríos Tinto y Odiel y la llanura agropecuaria del Guadalquivir. Estas eran las zonas más intensamente pobladas y desde ellas la influencia tartesia se extendería durante el Bronce final y la Primera edad del hierro por buena parte del resto de Andalucía y Extremadura, así como el Algarve y el Alentejo portugueses.


Los primeros poblados tartésicos datan de esta etapa final del Bronce. Están compuestos por casas de planta ovalada o circular, construidos sin una organización espacial definida. Se situaban en lugares estratégicos donde dominaban los caminos terrestres y los recursos agrícolas y mineros de la región.
La sociedad se fue estratificando, concentrándose el poder en unas élites militares cuya evidencia arqueológica son las estelas de guerrero. Sobre el 800 a. C. se advierten los primeros influjos tartésicos en Andalucía oriental además de intensificarse la explotación de plata a gran escala en la zona de Río Tinto.

Ya en la Edad del Hierro, coincide con el apogeo socio-cultural y construcción de murallas en algunos poblados como Tejada la Vieja. La fundación de los enclaves comerciales fenicios provocó un proceso de aculturación y adopción de técnicas como el torno de alfarero, las técnicas de filigrana y granulado en orfebrería, así como el gusto por los modelos suntuarios orientales. También en el mundo funerario se impuso la incineración sobre la inhumación. La llegada de los fenicios y su establecimiento en Gadir (actual Cádiz), tal vez estimuló su proyección sobre las tierras y ciudades del entorno, la intensificación de la explotación de las minas de cobre y plata (Tartessos se convirtió en el principal proveedor de bronce y plata del Mediterráneo), así como la navegación hasta las islas Casitérides (las Islas Británicas), de donde importaron parte del estaño necesario para la producción de bronce.



Solo se poseen informaciones de un único monarca histórico, Argantonio, gracias a los escritos griegos. Entorno al año 600 a.C. los griegos focenses establecen relaciones comerciales con Tartesos, el avance de los persas sobre las ciudades griegas de Asia, hizo que Argantonio invitara a los focenses a asentarse en su reino, les dio 1.500 kilos de plata para la fortificación de su ciudad que, finalmente cayó. En la batalla de Alalia (535 a.C., Córcega) los griegos fueron derrotados por una coalición formada por cartagineses y etruscos, por lo que Tartessos se quedó sin un importante aliado comercial.

A finales del siglo VII a.C. y coincidiendo con la llegada de las primeras cerámicas griegas, en la región de Huelva se redujo la producción de plata y se abandonaron los centros metalúrgicos. En la segunda mitad del siguiente siglo Huelva entró en decadencia, el comercio y las importaciones fenicias se redujeron drásticamente, desapareciendo las tumbas principescas del valle del Guadalquivir. Tartessos desapareció abruptamente de la historia los centros de poder político-económico se desplazaron hacia la periferia del área tartésica, concentrándose en oppida como Carmona o Cástulo, que darían lugar a los estados iberos.



Algunos yacimientos importantes que se podrían considerar tartésicos son:
    La Aliseda
    Asta Regia
    Cancho Roano
    El Carambolo
    Cerro Salomón
    La necrópolis de la Joya, en la ciudad de Huelva
    Tejada la Vieja



Cerro Salomón fue un poblado minero establecido en el siglo VII a. C. en la cabecera del Río Tinto. En él se han encontrado herramientas mineras, lámparas, fuelles y crisoles. Sus habitantes extraían oro, plata y cobre, fundían el mineral y lo enviaban río abajo hasta Onuba (Huelva). Este puerto tartesio funcionaba como el centro de una red de asentamientos y en él también se realizaban actividades metalúrgicas. Otros asentamientos dedicados a la metalurgia y localizados en la cercanía de las minas serían San Bartolomé de Almonte y Peñalosa.
Tejada la Vieja está situada en el municipio onubense de Escacena del Campo y estuvo habitada entre los siglos VIII y IV a. C. Controlaba la ruta que se utilizaba para llevar los minerales obtenidos en las minas de Aznalcóllar al puerto de Gadir. Se conserva bien el perímetro amurallado y las estructuras de las viviendas.



La base fundamental de la riqueza de Tartessos fue la metalurgia y la exportación de los minerales de oro, plata, cobre, estaño, hierro y plomo. El oro abundaba en los ríos del sur y oeste peninsular. La plata en Huelva y el curso alto del Guadalquivir. El cobre y el estaño lo obtenían del occidente peninsular y británico. La metalurgia del hierro debió ser introducida por los fenicios, que la conocían gracias a sus relaciones con los hititas. Los centros metalúrgicos no solo estaban cerca de las áreas mineras, sino que aparecen repartidos por todo el territorio.

Las rutas comerciales fueron un factor clave para la economía tartésica. Sus barcos navegaban por el Atlántico hasta las actuales islas británicas y remontaban una buena parte del curso de los ríos Tartessos (Guadalquivir) y Anas (Guadiana). Utilizaban asimismo rutas terrestres que llegaban al Tajo y al centro de la meseta. Por todas ellas circulaban los lingotes metálicos que después se exportaban al Oriente Próximo a través de los mercaderes fenicios y griegos. Los principales beneficiarios de este comercio fueron los mercaderes, pero también las élites locales, que fomentaron el proceso de aculturación y el aumento de la jerarquización social. Este trueque fue muy importante, ya que facilitó el intercambio de aspectos culturales y religiosos.

La agricultura, la ganadería y la pesca eran también muy importantes. Se especializaron sobre todo en el cultivo de cereales, usando las técnicas importadas de los fenicios.

La primera referencia que se ha querido ver de Tartessos procede de su identificación con el nombre Tarshish que aparece mencionado en la Biblia.



En Tartessos se fabricaron abundantes objetos de metal que, por un lado, tenían influencia oriental, pero también una gran originalidad. En bronce destacan las jarras picudas de forma piriforme. También se crearon asadores de más de un metro de longitud, fíbulas del tipo de codo o placas de cinturón con garfios; mención aparte merece el Bronce Carriazo, que representa a la diosa Astarté.




De bronce o plata se elaboraban aguamaniles de forma circular con dos asas, elemento totalmente autóctono. La orfebrería en plata era muy abundante. De origen autóctono es la técnica de embutido de metales que se realizaba con oro, plata o cobre. Los fenicios introducirían las técnicas del granulado y la soldadura. Los mejores ejemplos del nivel alcanzado por la joyería tartésica son las piezas correspondientes a los tesoros de Aliseda, el Carambolo y el cortijo de Ébora: pectorales, cinturones, diademas, brazaletes o pendientes, todo ello elaborado con oro macizo. También se encontraron unos candelabros de oro en Lebrija, que han sido interpretados como elementos rituales pertenecientes a algún templo, que quizás imitaran a los incensarios orientales.


En marfil y hueso se fabricaron cajitas o arquetas de lujo para guardar perfumes o ungüentos. Con las conchas se hicieron objetos de tocador labrados. La cerámica incluye piezas lisas, espatuladas, bruñidas o decoradas, pero siempre fabricadas a mano. Esta cerámica local coexistió con las importaciones orientales fabricadas con torno rápido, de pequeño tamaño y alta calidad, que también serían imitadas por los alfareros tartesios.

También importaron de los talleres orientales o gaditanos artículos de prestigio manufacturados con marfil, oro y plata, vidrio tallado, jarros de bronce, estatuillas de este metal dedicadas a Astarté, aríbalos y alabastrones conteniendo esencias y cosméticos, tejidos, collares, cuentas de vidrio y baratijas.

Hay muy pocos datos, pero se supone que, al igual que el resto de los pueblos del Mediterráneo, era también una religión politeísta. Se cree que pudieron adorar a una diosa producto de la aculturación de los fenicios, Astarté o Potnia. Pudo haber una divinidad fenicia masculina, Baal o Melkart. Se han encontrado santuarios de estilo fenicio en el yacimiento de Castulo (Linares, Jaén). Se han hallado exvotos en diversos puntos de Andalucía.


Algunos asentamientos importantes de la costa fueron Asta Regia, Nabrissa, Onoba y Ossonoba, mientras que en el interior se destacan Carmona, Carambolo, Sevilla, Tejada la Vieja y Setefilla.

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