domingo, 13 de diciembre de 2015

ROMANIZACIÓN

Se entiende por romanización el proceso por el cual se implanta la cultura romana, durante el periodo de dominio romano. A lo largo de los siglos de dominio romano sobre el territorio, las costumbres, la religión, las leyes y en general el modo de vida de Roma, se impuso con muchísima fuerza en la población indígena, a lo que se sumó una gran cantidad de itálicos y romanos emigrados, formando finalmente la cultura hispano-romana. La civilización romana, mucho más avanzada y refinada que las anteriores culturas peninsulares, tenía importantes medios para su implantación.

La creación de infraestructuras mejoraba tanto las comunicaciones como la capacidad de absorber población de estas zonas.

La mejora de la urbanización de las ciudades, impulsada además por servicios públicos utilitarios y de ocio, desconocidos hasta entonces, como acueductos, alcantarillado, temas, teatros, anfiteatros, circos, etc.

La creación de colonias de repoblación para las tropas licenciadas, así como la creación de latifundios de producción agrícola extensiva, propiedad de familias pudientes que, o bien procedían de Roma y su entorno, o eran familias indígenas que adoptaban con rapidez las costumbres romanas.

Aunque la influencia romana tuvo gran repercusión en las ciudades ya existentes en la península, los mayores esfuerzos urbanísticos se centraron en las ciudades de nueva construcción, caso de Itálica (en el actual Santiponce, cerca a Sevilla).

Los municipios romanos o colonias se concebían como imágenes de la capital en miniatura. La ejecución de los edificios públicos corría a cargo de los curatores operatum o eran regentados directamente por los supremos magistrados municipales.

Para emprender cualquier obra a cargo de los fondos públicos era necesario contar con la autorización del emperador. El patriotismo local impulsaba a las ciudades a rivalizar para ver cuál construía más y mejor, animando a los vecinos más pudientes de los municipios. La sed de gloria hacía que sus nombres pasasen a la posteridad asociados a los grandes monumentos.

Las obras públicas acometidas con fondos particulares no estaban sometidas al requerimiento de la autorización del emperador. Los urbanistas decidían el espacio necesario para las casas, plazas y templos estudiando el volumen de agua necesario y el número y anchura de las calles. En la construcción de la ciudad colaboraban soldados, campesinos y sobre todo prisioneros de guerra y esclavos propiedad del estado o de los grandes hombres de negocios.

Las obras militares fueron el primer tipo de infraestructuras que construyeron los romanos. El campamento (Praesidium) romano era el centro principal de la estrategia militar pasiva o activa. Podían ser temporales, establecidos con algún propósito militar inmediato, o concebidos para acantonar a las tropas durante el invierno. También podían ser permanentes, con el objeto de someter o controlar una zona a largo plazo, para lo cual se solía utilizar la piedra para construir sus fortificaciones. Muchos campamentos se convirtieron en la práctica en centros estables de población, llegando a convertirse en verdaderas ciudades, casos de Itálica (fundada por Escipión en el 106 a.C.) o Córduba (fundada por Claudio Marcelo en el 152 a.C.). Una vez establecida una colonia o un campamento estable, la necesidad de defender estos núcleos conllevaba la construcción de potentes murallas. Los romanos heredaron y aun mejoraron la tradición poliorcética de los griegos, y durante los siglos II y I a. C. erigieron importantes murallas, habitualmente con la técnica del doble paramento de sillares con un relleno interior de mortero, piedras y hormigón romano. El espesor del paño podía oscilar entre los cuatro hasta incluso los diez metros. Tras el periodo de la pax romana, en que estas defensas eran prescindibles, las invasiones de los pueblos germánicos reactivaron la construcción de murallas. Son destacables en la actualidad los restos de murallas romanas existentes en Córdoba.

La civilización romana es conocida como la gran constructora de infraestructuras. Fue la primera civilización que dedicó un esfuerzo serio y decidido por este tipo de obras civiles como base para el asentamiento de sus poblaciones y la conservación de su dominio militar y económico sobre el extenso territorio de su imperio. Las construcciones más destacadas por su importancia son las calzadas, puentes y acueductos. Ya fuesen dentro o fuera del entorno urbano, estas infraestructuras se convirtieron en vitales para el normal funcionamiento de la ciudad y de su economía, permitiendo el abastecimiento de la misma de aquello que le resultaba más esencial, el agua por vía de los acueductos o los suministros de alimentos y bienes a través de la eficiente red de calzadas. Además, cualquier ciudad de mediana importancia contaba con un sistema de alcantarillado para permitir el drenaje tanto de las aguas residuales como de la lluvia para impedir que ésta se estancara en las calles.

Dentro de las infraestructuras de uso civil que los romanos construyeron con intensidad durante su dominio en Hispania, destacan por su importancia las calzadas romanas, que vertebraron el territorio a través de las conocidas «vías». Por ellas circulaba un comercio en auge, alentado por la estabilidad política del territorio a lo largo de varios siglos.

De entre estas vías, las más importantes eran, la Vía Lata, hoy conocida como Vía de la Plata y la Vía Augusta que unía Gades (Cádiz) con los Pirineos, en concreto con la ciudad francesa de Narbona. Para señalizar las distancias en estas vías se colocaban los llamados miliarios, que en forma de columna como el de la imagen o de grandes piedras, marcaban la distancia desde el punto de origen de la vía en miles de pasos (millas). Actualmente parte del recorrido de estas vías se corresponde con el trazado de las actuales carreteras nacionales o autopistas, lo que confirma el acierto romano en la elección óptima del trazado de las mismas.

Los puentes romanos, complemento indispensable de las calzadas, permitían a éstas salvar los obstáculos que suponían los ríos. Ante este desafío que la geografía presentaba a Roma, ésta respondió con las que tal vez sean las más duraderas y fiables de sus construcciones. Aunque también se construyeron una gran cantidad de puentes de madera sobre los cauces menores, hoy conocemos por “puente romano” a las construcciones de piedra. El típico puente romano está formado por una plataforma sostenida por arcos de medio punto, de semicírculos o de segmentos de círculos. Se dan también casos de puentes sobre círculos completos. Estos arcos o segmentos de arcos reciben el nombre de «ojos». Los pilares sobre el agua incluyen unas construcciones en forma de cuña llamados “tajamares” para reconducir la corriente de agua. Sobre estos arcos se sitúa la plataforma sobre la que finalmente se podrá circular. Esta plataforma forma dos rampas cuyas rasantes se encuentran en el centro, aunque en los puentes más largos el drenaje es hacia ambos lados del puente. Este exitoso modelo de construcción se extendió hasta la Edad Media, y hoy es difícil saber en algunos casos si algunos puentes son romanos o construcciones posteriores.

Un núcleo urbano importante precisaba ante todo un aporte de agua constante que permitiera el abastecimiento de miles de personas concentradas en un mismo lugar que podía encontrarse en ocasiones a varios kilómetros de distancia de las fuentes naturales de agua. Para conseguir este flujo continuo de agua se construyeron los acueductos. El acueducto romano era, a pesar de lo que pudiera parecer, subterráneo en su mayor parte. Sin embargo, hoy conocemos como acueducto a las obras monumentales edificadas para salvar las depresiones orográficas con el fin de dar continuidad a dichos cauces. Para la construcción de un acueducto, se buscaba en primer lugar la fuente del agua, canalizando un cauce natural mediante la construcción de un canal, y dejando que la pendiente del terreno llevara el agua a través de este canal hasta un lago artificial (una vez construida la represa para almacenar agua en el mismo si fuese necesario). Esto garantizaba el aporte constante de agua durante todo el año. A partir de este punto, el agua podía ser transportada por canales, ya fueran de piedra, de tubería de cerámica o de plomo. Esta última solución provocaría no pocos problemas de salud en el mundo romano de envenenamiento por plomo (saturnismo). De esta forma, el agua procedente del lago artificial era transportada por un canal subterráneo hasta el núcleo urbano, casi siempre aprovechando la pendiente del terreno, aunque en ocasiones también se construían sifones, que permitían salvar una pendiente descendente sin necesidad de construir los famosos "puentes-acueductos" pero conservando la presión del caudal. En el sifón se aprovecha la presión resultante de la caída del agua para elevarla al otro lado, conservando esta presión a costa de perder algo del caudal. Se trata de una aplicación del principio de los vasos comunicantes. Ejemplo de acueductos romanos se pueden encontrar en varias localizaciones de Andalucía, como es el caso del canal de suministro de agua de la antigua Sexi (Almuñecar), que aun sigue en uso y que conserva varios acueductos de su trazado, también podemos encontrar otro ejemplo de acueducto romano en el municipio de Cartama.

Dentro del entorno urbano destacan las termas y alcantarillados; y también son remarcables las construcciones destinadas al ocio y la cultura, como los teatros, circos y anfiteatros.

La cultura romana rendía culto al cuerpo, y por consiguiente, a la higiene del mismo. Las termas o baños públicos se convirtieron en lugares de reunión de personas de toda condición social, y su uso era fomentado por las autoridades, que en ocasiones sufragaron sus gastos haciendo el acceso a las mismas gratuito para la población. Aunque hombres y mujeres compartían en ocasiones los mismos espacios, las horas de baño eran diferentes para unos y otros: las mujeres acudían por la mañana mientras los hombres lo hacían al atardecer. En aquellas que disponían de secciones separadas para hombres y mujeres, al área destinada a las mujeres se le daba el nombre de “balnea”. La terma romana tiene una estructura definida por su función. El «apodyterium» era, además de la entrada a la terma, la zona de vestuario de la misma. A continuación se pasaba a otra sala llamada «tepidarium», que consistía en una sala templada que a su vez daba paso al «frigidarium» o al «caldearium», salas de agua fría o caliente respectivamente. La sala caldearium se orientaba al sur para recibir de este modo la mayor cantidad posible de luz solar. Bajo el suelo de esta sala se hacía pasar una serie de tuberías por donde circulaba agua caliente. El frigidarium, sin embargo, solía ser una piscina abierta de agua fría. Por regla general, las termas se rodeaban de jardines y otros edificios accesorios con servicios para los visitantes como gimnasios, bibliotecas u otros lugares de reunión («laconium»), todo ello con el propósito de proporcionar a los clientes un ambiente agradable y tonificante. Estas termas precisaban de gran cantidad de personal para su funcionamiento, sobre todo teniendo en cuenta la necesidad de grandes cantidades de agua caliente y para atender adecuadamente a los clientes. Ejemplo de termas públicas los encontramos en Itálica, en las Bóvedas (San Pedro de Alcantara-Marbella), Antequera, Castulo, etcétera.

Los romanos comprendieron que una ciudad debía tener un sistema eficiente de eliminación de desechos para poder crecer. Para ello construyeron en la todas las ciudades de cierta importancia los conocidos sistemas de alcantarillado que aún hoy siguen cumpliendo su función original. En Itálica sirven como ejemplo al visitante en los días lluviosos de la perfección del sistema de drenaje de las calles para evitar su encharcamiento.

La literatura clásica está repleta de grandes dramas escritos para su representación ante el público, y aunque en realidad, el teatro romano tiene su origen en las raíces etruscas de su cultura, no es menos cierto que muy pronto adoptó las características de la tragedia y la comedia griegas. El teatro era una de las actividades de ocio favoritas de la población hispano-romana, y al igual que con otras edificaciones de interés público, ninguna ciudad que pudiera recibir tal nombre se privaba de poseer uno. El teatro romano no tenía como principal actividad las representaciones de comedias o dramas, ya que realmente era un edificio dedicado a celebraciones que ensalzaban al emperador, se trata por tanto, de un lugar más bien político, no de ocio, aunque en alguna ocasión podrían haber albergado éste tipo de representaciones culturales. La amplia profusión de teatros en Hispania tiene que ver con la vida política de las ciudades, ya que todas las ciudades aspiran a tener su teatro propio.
Un ejemplo de que el teatro romano era un edificio para celebraciones políticas, lo tenemos en el teatro de Itálica (Santiponce, Sevilla), en cuyo proscaenium apareció una inscripción en la que dos duoviri y pontifices primi creati (alcaldes y pontífices máximos) que dedicaban a la ciudad una mejora del teatro, casualmente, uno de ellos era antepasado del emperador Trajano. En la cultura romana era muy corriente el fenómeno del "evergetismo", a través del cual los cargos políticos se conseguían o asentaban haciendo obras públicas pagadas del bolsillo de los aspirantes a los cargos públicos. Otros ejemplos los tenemos en la ciudad de Baelo Claudia (Bolonia, Cádiz), Acinipo, (Ronda, Málaga), Gades (Cádiz), Málaga...

El teatro como edificio es singular en muchos aspectos. Principalmente se compone de un graderío semicircular llamado «cávea» que rodea a un espacio central destinado a los coros («orchestra»), y frente a éste se emplaza el escenario, rematado por el «frons scaenae». Tras este escenario se sitúan las zonas destinadas a los actores («postcaenium»). La entrada y salida de espectadores se hace a través de unos túneles de acceso llamados «vomitorios».

Uno de los espectáculos que mayor atractivo tenían para los habitantes de las ciudades romanas era la lucha de gladiadores. No sólo los esclavos participaban en este tipo de luchas (si bien la inmensa mayoría de los gladiadores lo eran), sino que también había quien hacía carrera como gladiador por dinero, favores o gloria. Los espectáculos de lucha tenían lugar en un principio en el circo, pero posteriormente se inició la construcción de los anfiteatros, edificios de planta elíptica destinados exclusivamente a la lucha. El primer anfiteatro en piedra se edificó en Roma, siendo posteriormente exportado a las principales ciudades de todo el imperio. Bajo la arena de este anfiteatro se encontraba el foso, donde gladiadores y fieras eran preparados o permanecían encerrados hasta la hora de la lucha. Este foso se encontraba cubierto por un techado de madera sobre el cual se encontraba el escenario de las luchas. Alrededor de esta superficie de arena elíptica se encontraban los graderíos donde el público asistía a los «juegos». Indudablemente, es el Coliseo de Roma el anfiteatro más conocido y monumental del mundo, aunque dentro de la Betica se edificaron varios cuyos restos todavía se conservan, como los de Itálica, y Jerez.

sábado, 12 de diciembre de 2015

CIUDAD ROMANA

La ciudad romana es heredera directa de la griega, pero tuvo un desarrollo gradual e ininterrumpido durante todo el Imperio. Inicialmente tenían un desarrollo orgánico, resultado de ir añadiendo casas al núcleo original. La ciudad romana por antonomasia es Roma, la Urbs (o Urbe).

Sin embargo, los romanos fundaron multitud de colonias en las tierras que dominaron y ahí apareció otro tipo de urbanismo. Tiene planta en damero, además de lo que ya tenían las viejas ciudades romanas: lugares públicos donde se reúne el pueblo para tomar las decisiones políticas y en donde divertirse, templos y palacios. Si el plano es ortogonal no todas las calles son iguales: hay dos calles principales más importantes, que cruzan la ciudad de parte a parte: el cardo con dirección norte-sur, y el decumano, con dirección este-oeste. El resto de las calles son más estrechas y se inscriben dentro de una de las manzanas (insulae) en que se divide el rectángulo. Ésta es la disposición de las ciudades nuevas, frecuentemente de origen militar.

La expansión de Roma se tradujo en la fundación de colonias en los territorios conquistados, en los que se fundaba una nueva ciudad o civitas. Más adelante, cuando ya dominaban extensos territorios, los romanos fundaron más ciudades por razones comerciales, defensivas o, simplemente, para asentar poblaciones.


 Plano de Corduba


Además de la herencia griega, la ciudad romana desarrolla su propia morfología. Los romanos tratarán de hacer del entorno urbano un lugar digno para vivir, por lo que son necesarios el alcantarillado, la traída de aguas (acueductos), las fuentes, los puentes, las termas, los baños, el pavimento, el servicio de incendios y de policía, los mercados y todo aquello que es necesario para que viva la gente lejos del campo y con todos los refinamientos posibles para mejorar la salud pública.

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Había edificios públicos para el gobierno, el culto y la diversión: los palacios, templos, foros, basílicas, teatros, anfiteatros, circos, mercados, baños, etc.; todos ellos construidos de nueva planta. Además, había motivos de adorno y conmemoración como las columnas y los arcos de triunfo.

El resto de la ciudad estaba ocupada por viviendas. Los ricos vivían en una casa unifamiliar que se llamaba domus. Los más humildes habitaban en casas de pisos, llamadas insulae (islas).

De lo que en principio carecieron estas ciudades fue de muralla, ya que el poderío del Imperio servía para disuadir los intentos de atacar los núcleos urbanos. Hasta que comenzaron las invasiones germánicas, en el siglo III, las ciudades no se amurallaron, se colmataron y la calidad de la vida urbana descendió. Esto fue un golpe mortal para una civilización urbana como la romana. Las ciudades se convirtieron en lugares congestionados y poco saludables, y que en épocas de peligro no podían proporcionar a sus habitantes los productos básicos; así que los señores hacendados comenzaron a construir casas en el campo, las villas romanas, que se procuraban todo lo que necesitaban y se defendían a sí mismas.

CASA Y AJUAR ROMANO



Tipos de vivienda

A la hora de clasificar las viviendas del mundo romano, se ha establecido la siguiente tipología:

- Insulae: edificio de apartamentos donde, en alquiler o en propiedad, vivían los ciudadanos más pobres. Muchas veces quedaban reducidos a una habitación multiuso. Vitrubio, el gran arquitecto del mundo romano, decía que estas insulae se construían muy deprisa, con materiales de muy mala calidad y que por ello estaban expuestas a hundimientos e incendios. A medida que Roma fue creciendo y debido también a la proliferación de hombres ricos, propietarios de una grandes solares que favorecieron la "especulación inmobiliaria", fue necesario elevar la altura de las insulae, aunque ya Augusto prohibió su elevación más de 70 pies por motivos de seguridad.

- Domus: vivienda particular, ocupada por un solo propietario y su familia, que normalmente consta de un solo piso. Sus dimensiones son muy variables dependiendo del poder económico del propietario así como de sus gustos e intereses.

- Villae: son viviendas en zonas rurales que, según su uso se denominan villae rusticae, si están dedicadas a las labores agrícolas y ganaderas, con graneros, bodega, granja de animales, etc., una especie de cortijo; y villae urbanae si están dedicadas al disfrute y descanso del propietario y su familia.














La domus: características y partes

La vivienda romana particular donde vive una sola familia y que generalmente tiene una sola planta recibe el nombre de domus.

En un principio, la domus era una vivienda en la que cada habitación tenía un uso concreto: el cubiculum funciona como alcoba, el triclinium como comedor y el tablinum como sala de visitas. Estas viviendas eran sencillas y baratas. No obstante, con las Guerras Púnicas se generaliza una tendencia entre las familias ricas a ampliarlas al estilo heleno incorporando junto a fauces, atrium, cocina, alae, lararium y tablinum otras partes cuyos nombres indican su procedencia griega como son el peristylum, triclinium, oecus, exedra, nimphaeum, bibliotheca...

Estas viviendas son mucho más cómodas, amplias, elegantes, ventiladas y soleadas. Los planos no son uniformes pues atienden a las necesidades, gustos y peculiaridades del terreno.






Vestibulum et fauces


De la acera de la calle a la entrada de la domus solía haber uno o dos escalones que daban acceso a dos pilastras con capiteles ornados en cuyo interior se encontraban las puertas, que se abrían al interior. El espacio que se crea en este marco se denomina vestibulum y consta del umbral (limen inferum), dintel (limen superum) y las jambas (postes o Ianua). En el pavimento era frecuente encontrar el saludo “Salve! Cave canem”, que con o sin razón pretendía evitar visitas indeseadas.

Fauces es el nombre que recibe el tramo de corredor que va de la puerta al atrio, lugar donde solía colocarse un banco para que pudieran sentarse las visitas y de cuyo techo podía pender una cortina para evitar miradas curiosas desde la calle cuando se dejasen las puertas abiertas

La puerta (fores) consta de dos hojas (valvae). A veces, podía estar cada una cortada horizontalmente a mitad de altura, de forma que pudieran abrirse las superiores dejando las inferiores cerradas para ventilar o solear la entrada. Son fuertes, grandes, con montantes y marquesinas, de bronce o madera de encina, bien trabajadas y claveteadas de hierro o bronce; giran sobre recios goznes (cordines) en un quicio metálico que produce un sonido (crepare, concrepare, strepere) cuya comicidad acreditan en su obras Plauto y Terencio. Se cierran desde fuera con cerrojos (en Pompeya se han encontrado llaves de diversos tamaños) y desde dentro con trancas (serae), pestillos de madera (repagula) o cerrojos (pessulus). Las puertas de una domus son sagradas, en las fiestas religiosas se adornan y cuentan con dioses que las protegen: Ianus, Forculus presiden las puertas; Limentius, el umbral; Cordea, los goznes,...






Atrium


Es la parte central de la domus, un espacio abierto en torno al cual se dispone el resto de las dependencias que gozan así de luz y aire limpio. Su función es la de recibir las salutationes. En sus paredes, se adosan armarios, cajas de caudales (arca) e imágenes del propio dueño de la casa; en uno de los extremos solía encontrarse el lararium, una capillita (sacellum, aedicula) sencilla dedicada a los Lares, al genius familiar u otras divinidades, hecho de mármol o estuco.


El atrio suele ser porticado y adornado con columnas de mármoles preciosos, e incluso con alabastro; sus paredes también aparecen lujosamente revestidas de piedra o con pinturas al fresco, su artesonado suele lucir las más caras maderas y, en ocasiones, bajo la apertura del impluvium llegaron a tenderse toldos de magníficos tejidos. Con pebeteros de perfumes, mesas de mármol, estatuas y el estanque central, el lugar podía llegar a ser verdaderamente delicioso.




Alae

Son dos recintos gemelos abiertos a ambos lados del fondo del atrio y comunicados entre sí, muy cerca del tablinum.

Andron

Es la habitación de los varones en la casa griega si bien en Roma consiste en el corredor situado a un lado del tablinum que comunica el peristilo con el atrio a través de un cortinaje.


Tablinum


Se trata de una estancia situada frente a la entrada sin más puertas que, en ocasiones, unas cortinas colgadas de soportes de bronce.

Su nombre deriva de tabula, término que hace referencia a los documentos familiares, archivos, imágenes y tablillas de los que se rodeaba el cabeza de familia en esta habitación, un lugar donde también recibiría a las visitas e incluso albergaría la escuela familiar con armarios-estanterías, escaños para que los niños se sentaran, una silla (cathedra) para el maestro y alguna imagen de Apolo, Minerva o de las Musas.

En su parte posterior, abierta al peristilo, se ofrecía la posibilidad de cerrar la estancia para cenar allí en invierno o dejar abierto para hacerlo en verano.






Peristilum





Cuando se impuso la vida social y aumentó el número de esclavos domésticos se necesitó una zona de la vivienda señorial en la que se pudiese disfrutar de la privacidad e intimidad familiar. Se trata de un espacio mayor que aquel, descubierto, rodeado por un pórtico columnado, con un jardincillo y una fuente centrales. A él se abren las habitaciones de la familia, más amplias y lujosas que las que rodean el atrio, que quedan para el servicio. Las columnas presentan bases adornadas con pretil entre las que macetas, rosales, plantas aromáticas, estatuas y fuentes embellecían el espacio. Las paredes lucían hermosos mármoles y el artesonado solía estar magníficamente trabajado.


Cubicula aut conclavia


Son las habitaciones de descanso. Sus pavimentos suelen adornarse con mosaicos en blanco con ornamentación diversa, sus paredes presentan pinturas murales de diverso color y contenido. El techo sobre la cama era más bajo, creando una especia de dosel abovedado. La antecámara (procoeteon) era para el siervo de confianza, el cubicularius. Solían cerrarse con llave, de ahí el nombre (conclavia).


Horti


Son unos jardincillos, tras el peristylum, donde podía haber un systus, pórtico abierto, un solarium o una pergula.


Exedra




Es una sala espaciosa, bien decorada, abierta totalmente al pórtico en su extremo, se utilizaba para recibir a las visitas y ofrecer un lugar privado donde conversar y discutir. Allí también se sesteaba en divanes y llegó a imitarse en edificios públicos como palestras, termas, foros, bibliotecas,...


Oecus


Es una estancia redondeada, de uso íntimo, que sirve de comedor más amplio y lujoso que el triclinium.


Bibliotheca


Solía orientarse hacia levante para que la luz de la mañana iluminase la estancia cuando se trabajara en ella y para evitar la humedad del viento del oeste. Albergaba los volúmenes en armarios de maderas preciadas o en cajones (armaria, loculamenta, feruli, nidi) según estuviesen enrollados o encuadernados. Según parece, la biblioteca solía estar decorada con estatuas de importantes intelectuales, de Minerva o de las Musas, que inspiraban y supervisaban el trabajo que allí se llevaba a cabo.


Otras estancias


En las casas opulentas otras estancias que aparecen son el sacrarium, una especie de basílica o salón; los cenacula, terrazas; y el solarium de invierno, en el piso superior.

Triclinium




Cuando el refinamiento de la civilización griega y la riqueza doméstica se establecen en la vida romana, en el atrium se crearon habitaciones para comer recostados, si bien antes se hacía en el tablinum o en una habitación sobre él, el cenaculum. Muy frecuente era contar con un triclinium en el jardín de verano, con lechos de mampostería cuya parte más cercana a la mesa tenía cierta elevación, con cojines y almohadones que evitaban la dureza del asiento. La mesa también era de mampostería, a veces portátil. En las casas más pudientes, llegaron a construirse un triclinium orientado hacia el mediodía para comer en invierno (triclinia hiberna) y otro con orientación norte para el verano (triclinia estiva).


Los comedores eran pequeños, capaces de albergar tres lechos casi adosados a las paredes. En Roma, no obstante, son enormes y elegantes. Sus techos y artesonado (lacunar, lacunaria), apoyados sobre vigas (contignatio) son magníficas piezas de artesanía hechas con maderas preciosas e incluso marfil y oro, con finos trabajos de ebanistería y marquetería (bracteatum lacunar). Los pavimentos también eran ricos terrazos (pavimentum sectile), losas de mármol claro y verde que formaban hermosos cuadros... Los mosaicos de paredes y pavimentos (opus musicum) representaban emblemas y cuadros de gran belleza, portátiles y carísimos, los más bellos adornaban comedores y dormitorios y sólo se ubican en el suelo de las habitaciones o lugares donde no van a sufrir el paso frecuente. La pavimentación más dura, de edificio público, se empleaba en en el resto de habitaciones con basaltos, granitos, o si se quería un mayor lujo, con mármoles, jaspes...


Culina


Si nos remontamos a la primitiva casa romana las comidas se preparaban en el atrio. Cuando la casa crece, el hogar se convierte en la parte principal de la misma. La cocina calienta las habitaciones más cercanas de los niños y sirvientes aunque no era más que un habitáculo pequeño y mal dispuesto como puede deducirse de los restos conservados. Con el tiempo, la cocina fue un refinamiento, su espacio contaba con un fogón de albañilería, colocado en un ángulo y adosado a las paredes sin chimenea, lo que constituía una molestia enorme para los cocineros y un peligro por los incendios. Algunas eran metálicas, portátiles, otras contaban con un horno de pan.


Balnea


Su utilidad como espacio para el aseo es limitado, en el baño de la casa (lavatrina) los miembros de la familia se lavan brazos y piernas cada día; el cuerpo lo hacían una vez a la semana en las termas o baños públicos. El baño solía encontrarse cerca de la cocina para poder abastecerlo con rapidez de barreños y agua caliente. En los siglos III- II a.C. pocas casas tenían baño y, si lo tenían era sencillo. Crece en dimensiones a finales de la República, cuando se convierten en pequeñas termas con calidarium o cella caldaria, cella frigida o frigidarium y cella tepidaria o tepidarium, una sala sin bañera en la que se disfrutaba de un chorro de agua templada que facilitaba la transición entre una y otra. También allí se daban masajes, depilaban, ungían,...


Cella penuaria


Estas cámaras servían para guardar las provisiones (penus), solían ubicarse con orientación norte para que no entrase ni el sol ni los insectos. A cargo de su supervisión estaba un superintendente que daba al cocinero la ración diaria de los productos que necesitaba. Tenía diferentes cámaras: para la miel, las uvas, las frutas, los salados, el aceite... El vino y el aceite se guardaban en bodegas subterráneas, en cubas o tinajas empotradas en el suelo o en bancos de mampostería integrados en las paredes.

Tabernae





Designa propiamente la habitación hecha de tablas, muy pobre. En sentido lato, es una tienda donde se vende algo: sutoria, vinaria, argentaria, libraria, carnaria... Cuando era un quiosco desmontable se denominaba tentorium o también tentoriolum, nombre que también se daba a las tiendas de campaña militares. Luego, pasaron a ser hosterías más o menos respetables (meritoria o diversoria caupona) que deriva en lasciva taberna o salax taberna y que se adosaban a las murallas, como barracones, y a las casas.


En la domus, las tabernae ocupan los ángulos interiores que dan a la calle y poseen una puerta exterior que les da independencia. En muchas hay mostradores de albañilería para la mercancía con tinajas empotradas en las paredes, para conservar las bebidas, y en su parte baja hay espacio para el fuego, si se sirve caliente y para el hielo o nieve si se toma fría. Las tabernae son pequeñas, por eso en ellas se compraba desde fuera y se conocía lo que ofrecían gracias a muestras colgadas en la puerta de la calle. Así, ocurrió que las calles se especializaron en vender determinados productos. Junto a las muestras aparecía sobre el dintel de la puerta el nombre del tendero. En el interior solía haber una o dos trastiendas separadas por una pared. La vivienda estaba en un piso superior al que se accedía por una escalera interior o desde la calle. Podía vivir en ella el tendero o tenerla alquilada a los pobres. Esta estancia se denominaba, irónicamente, pergula. Podía haber a ambos lados de la puerta una casa con igual profundidad que las fauces. La taberna, por lo general, es propiedad del dueño de la domus que regentaba un liberto o el esclavo del atrio. Se cerraban por la noche con postigos (lenones).


El ajuar de la domus


En general, la casa romana apenas estaba amueblada. Más allá de los armarios donde guardaban documentos familiares e imágenes de los antepasados o los asientos para las reuniones familiares, en los cubicula no cabía más que la cama y un escaño y, en el comedor, más allá de la mesa y tres lechos a su alrededor, poco más habría. Quizá sea la biblioteca la habitación más completa y el oecus, con sus scrinia para recoger los volúmenes, sus asientos y alguna mesa.


El mobiliario pretendía mostrar la dignidad del dominus más que ser confortables. En la decoración se empleaban maderas, tapices, vasos y vasijas carísimas fabricadas con materiales que han soportado el paso de los años, las inclemencias climatológicas y los desastres humanos. Entre los útiles de la casa cabe distinguir:


- Instrumenta: todo lo necesario para la conservación de la casa como los uela cilicia, toldos que aplicaban a los techos para protegerlos de la intemperie; reservas de vigas, estucos, tejas para reparaciones, menaje de escaleras, cubos, mangas de riego...


- Supellex: todo el mobiliario que servía para adornarla (cuadros, estatuas, doseles, cortinas, alfombras, adornos de columnas, láminas de talco y yeso para proteger las ventanas del viento y filtrar la luz o lapis specularis, toldos o uelaria,...) y los muebles propiamente dichos.


Lecti


Soportaban más uso del que lo hacen hoy en día porque además de para dormir (lectus cubicularis) servían para trabajar (lectus lucubratorius) y para comer (lectus triclinaris).


- El cubicularis se componía de un bastidor de madera rectangular sostenido por cuatro o seis patas. Los más lujosos constaban de un respaldo en la cabecera (fulcrum). Al lecho se subía con ayuda de la sponda, un escabel bajo. A veces, el bastidor podía ser de bronce, concha, hueso, marfil, plata e incluso oro o guarnecido con estos materiales. Sobre él, un jergón de paja u hojas (institae, fasciae) y un colchón (torus, culcita) de lana (de Mileto, preferiblemente) o plumas (las más caras, de ganso) servían de acomodo. Las almohadas (puluini, cervicalia) y las mantas o cobertores (stramenta, stragula, peristromata) se colocaban debajo y sobre el cuerpo. Los mejores eran de Sardes, Tiro, Sidón, Cartago, Mileto, Corinto y Alejandría, que presentaban bordados muy vivos y en invierno eran sustituidos por pesadas pieles. La cubierta arrastraba hasta el suelo por todos los costados y era la prenda más lujosa.


- El lucubratorius era como un diván, revestido de almohadones y cojines cómodos.

- Los triclinares eran más bajos que las camas y muy lujosos en su confección y revestimiento. Algunos se hacían de mampostería para ahorrar espacio.


En cualquier caso, el romano común dormía en míseros petates y comía sentados en un taburete o en el propio suelo.





Mensae


Unas servían de adorno en el atrio o en otras habitaciones; otras exponían la vajilla y joyas, otras soportaban los platos de los comensales en el banquete sobre los triclinios (tabula vinaria, cartibulum, cilybathum, urnarium), otras pequeñas se colocaban junto a los lechos de trabajo para facilitar bebida y comida (mensa lunata y abacus, nombre que también recibía la mesa de trabajo de matemáticos y geómetras). Otras servían para el juego (mensae lusoriae), alueus o abacus. También las hay para oficios como el de cambistas, usureros y banqueros y se denominan argentarii, trapezitae,..., para comerciantes, con sus pesos y medidas (ponderari), y mostradores. En los templos, junto al ara, también en una se exponen los instrumentos del sacrificio, las ofrendas,...


Antiguamente eran sencillas y las más valoradas eran las de nogal. Paulatinamente, fueron empleándose maderas exóticas y decorándose con metales preciosos y patas de marfil, bronce, plata, oro, con incrustaciones de pedrería, labradas con forma de animales, leones, panteras, grifos, esfinges,... Las maderas en cualquier caso servían para el tablero (orbis), las patas y el soporte central (trapezophorus) solía ser de marfil, hueso, o metal fino. El nogal y el olivo eran valoradas por el dibujo de sus fibras.


Hemos hablado del cartibulum, mesa de mármol, que en el atrio, entre el estanque y el tablinio sustituía el primitivo ara familiar. Se han encontrado preciosos ejemplares de mármol blanco con las patas decoradas. Éstas eran un recuerdo del ara, no tenía más fin que el decorativo y jamás se empleaban para comer.


Había mesas de un solo pie (monopodia) que se introdujeron en Roma tras la conquista de Asia Menor eran muy valoradas. Su pie era esculpido artísticamente, se pueden considerar objeto de lujo. La tripes, sin embargo, era modesta, también llamada Delphica porque recordaba el trípode de Delfos, solía ser de metal bien trabajado y muy valiosa, era fácil de llevar, ocupaba poco y algunas eran plegables. Las de cuatro patas son abundantes. El tablero suele ser redondo o rectangular, este último era más frecuente en las casas pobres, construidas con maderas ordinarias.




Sedes aut sedilia


Entre los sedes, o sedilia, de mampostería, adosados a la pared en las fauces o en el jardín, podemos distinguir:





- El tabuerete (scamnum, subsellium), banquillo de madera sostenido por dos o más patas destinadas a siervos y niños o a los parásitos en los banquetes (sub, indica subordinación y sella, mando). El bisellium es semejante pero para dos personas. En los municipios, como en Roma a los magistrados con sella o subsellium, se concedían en recompensa a funciones bien realizadas. Como escabel, el suppedaneum o scamnum, puesto delante del solium, la cathedra y junto a la cama, era rectangular, con cuatro patas y algunos, como los que se ponían ante el solium, artísticamente decorados.


- La silla (sella) se apoya en cuatro patas rectas, sin respaldo y con brazos opcionales. Es ligera y fácil de transportar, se fabricaban de madera y bronce y eran muy usadas según las representaciones artísticas. La sella curulis, plegable, con asiento de cuero y patas curvadas en forma de s. De marfil la usaban en público los magistrados mayores pero las de las casas (sella familiarica) eran sencillas. La sella gestatoria o lectica era una silla de mano, cubierta o no, que se empleaba para ser conducido por las calles, fue usada principalmente por mujeres.

- La cathedra es una silla con respaldo largo y arqueado que se hacía casi únicamente de madera. Las patas suelen estar algo arqueadas hacia afuera, sin apoyo para los brazos. Solían usarse cojines para estar más cómodos la usaban sobre todo mujeres y hombres afeminados aunque también se denomina así al asiento del maestro en la escuela, con apoyo y respaldo recto.

- El solium o trono era una cathedra lujosa, más alto que aquella, por eso solía acompañarse de un escabel para apoyar los pies. Era el asiento propio de los dioses, reyes, príncipes y, en casa, del paterfamilias. Es el asiento de honor y su posesión pasaba de padres a hijos. Se compone de un asiento cuadrangular, alto, y recto respaldo, con apoyo para los brazos, con patas torneadas, simple y sobrio, con un almohadón o cojín. Solían hacerse de madera con algunas incrustaciones en bronce, marfil o hueso en el apoyabrazos y con patas talladas. No suelen ser zooformes. El solio estaba en el atrio de la casa y cuando no lo usaba el padre se cubría con un tapiz de lana de vivo colores. Se usaba en recepciones y en las salutationes matutinae, cuando había consejo de familia, more antiquo, en el atrio. En los teatros los había en forma de trono para la autoridad y en tiempos cristianos para el obispo o preste.


Los almohadones de lechos, divanes, sillas, tronos, se denominan ceruicalia, puluinar, puluinis o puluillus, son fundas de tela (culcita o torus) rellenos de material resistente y elástico (paja, alga, heno, hojas secas, borra o tormentum, plumas, de cisne las más cotizadas, lana, etc). Podía ser de lino finísimo, en púrpura recamada de oro, con bordados de flores, animales, escenas mitológicas, de cuero, rellenos de aire que inflaban según la conveniencia. Se traían y llevaban según se necesitasen: al salir de paseo, ir al circo, al teatro, a la escuela, o para honrar a un huésped. Los había de todos los tamaños y formas.


Armaria et arcae






















Fueron unos muebles muy populares y usados. Su nombre indica que eran el lugar donde se guardaban las armas. Eran parecidos a los nuestros sólo que en lugar de cajones tenían tablas corridas a lo ancho que distribuían su interior según lo que guardase: en las tiendas, según las mercancías; en los talleres, según los productos; en las bibliotecas, según los libros que contuviesen... No conservamos ejemplos en madera más allá de las representaciones que nos ofrece las manifestaciones artísticas, aunque sabemos que también los hubo practicados en la pared, como las alacenas, grandes como los que contenían numerosos anaqueles en las alae y en el tablinum los documentos familiares y las imagines maiorum, o más pequeños como aquellos otros donde se guardarían las ropas, vajillas, alhajas, etc. Todos podían cerrarse con llave.

Los cofres o arcas eran de variadas formas según su fin: grandes de madera para la ropa (arca vestuaria), las de guardar el dinero o los objetos de valor, protegidas con bronce u otros metales ricamente claveteadas (arcae ferratae o aerata), de las que sí se conservan diversos ejemplares; la pequeña arca (loculus, cista o scrinium) para las joyas y productos femeninos o para guardar las provisiones y objetos de uso cotidiano (arculae, cistae, capsae). Los pobres, por su pobreza se bastaban con un sacculum para guardar sus pertenencias. Las arcas se colocaban en el atrio, adosadas a alguna pilastra, puestas sobre base de mampostería y fijadas al suelo por un fuerte clavo que atravesaba el fondo.


Specula, solarium et clepsydra




En un principio, los espejos se fabricaban en un metal blanco, resultado de la aleación del cobre y el estaño, después también se hicieron de plata. Era una lámina redonda u ovalada sostenida por un mango finamente trabajado que, a pesar de la paulatina entrada del uso del cristal, nunca llegó a desterrar al metal. Se abrillantaba con piedra pómez y lo empleaban sobre todo las mujeres aunque los hombres también. Los espejos que empleaban las mujeres en su aseo eran grandes y lo soportaban dos esclavas mientras otras la peinan y aderezan, los portátiles son menores y empleados por las mujeres.


Los romanos conocieron y emplearon dos clases de relojes: el de sol (solariun) y el de agua (clepsydra). El de sol su uso se extendió mostraban las horas en los lugares públicos quedaron sometidos a la vigilancia de los censores. Como los nuestros, consistían en un plano horizontal, vertical o inclinado sobre el que una varilla (gnomon) proyectaba la sombra. El plano estaba divido en sectores y la sombra, al ir pasando por ellos, marcaba la hora aproximada ya que, con su sistema horario, las horas eran muy largas en verano - cuando el sol se pasaba quince horas en el horizonte - y muy cortas en invierno - cuando sólo alumbra nueve horas-. Así pues, la precisión era imposible si bien para los romanos no tenía mayor importancia. En las casas y villas de los más ricos solían estar situados en un lugar señalado de la zona abierta donde se ubicase.


Bastante tardía es la introducción del reloj de agua griego. La clepsydra se componía de dos recipientes en forma de copa, una invertida, que se comunicaban entre sí por un conducto estrecho, como los nuestros de arena. Se usaban fundamentalmente en los tribunales para medir el tiempo de las intervenciones de los oradores y solían ser pequeños. Otros, más grandes, que duraban veinticuatro horas, marcaban por medio de una escala en el recipiente inferior las horas transcurridas.


Mensae apparatus





Era una auténtica pasión la que sentían los romanos por la vajilla fina. Las múrrinas, de oriente, hechas de material misterioso aún no identificado (ágata, ónice o sardónica), con forma de vaso o copa eran tan apreciadas como el oro. El nombre quizá provendría de murrha o murrhitis, porque olería o tendría el color de la mirra. Había una pasta artificial de vidrio que lo imitaba, pocula murrhina, de menor valor. Su calidad era excelente y las formas que se lograban con este material, maravillosas. Preciosas eran también las vajillas de ónice, sardónica y cristal.


Algunas se conservan porque con el paso de las generaciones no se han perdido debido a su valor o las que se han conservado por haber pasado del culto pagano al cristiano. El cristal de Roca también era preciado aunque la más común y antigua fue la vajilla de plata.


Los antiguos romanos se contentaban con tener un salero de plata sagrado en la mesa, pero conquistada España y descubierta sus minas de plata, su presencia en la casa fue notable. Desde Tiberio hasta Aureliano, se prohibió el uso de vajillas de metales preciosos fuera del ámbito religioso, pero sin éxito. La razón era que la continua depreciación del dinero llevaba a considerar que la inversión en estos objetos, fáciles de transportar y difíciles de consumir o estropear, era un valor seguro.





Aulaei, uelae et cetera


En la casa antigua, los tapices y cortinas son una reminiscencia de las telas que en la primitiva cabaña revestían los interiores, las puertas y las ventanas. Este uso provenía de Oriente y evitaba que se viesen las paredes de ladrillo y protegían del calor, de ahí la rica industria persa de tapices y alfombras. Los griegos, conocieron pronto estas comodidades y las emplearon en los pórticos para dar sombra y en los templos para tapar las imágenes de los dioses en determinadas festividades. Entre los romanos, el uso de uela es el de ver sin ser visto. Son numerosas las citas donde se acredita esta afirmación. En las casas particulares, se emplean para evitar luz y curiosos. Eran complicadas en las casas ricas y sencillas en las normales (cena sine aulaeis era señal de condición humilde). En algunas casas se han encontrado anillas o escarpias para sostener cortinajes tendidos sobre el atrio, ante el tablinum, para aislarlo del atrio. También se usaban en las lecticae (plagae o plagulae), en las sellae gestatoriae y en los carruajes de viajeros.


Iluminatio et calefactio




La calefacción de las casas se lograba con hornos fijos de leña construidos en un lugar bajo la casa cuyo humo y calor pasaba bajo el piso por aberturas creadas bajo el suelo o a lo largo de las paredes entre dos tabiques o tuberías.


También contaban con hornos portátiles (foculi), más comunes, grandes recipientes con forma de cubo donde se quemaba leña. Para éstos últimos, la primera quema se hacía en el atrio o en el peristilo y luego se introducía en las habitaciones donde con fuelles podía animarse el fuego. El problema es que enrarecía el ambiente y causaba dolores de cabeza.


El alumbrado se lograba a través de antorchas (taedae, faces), candelas (candelae) y las lámparas de aceite (lucernae):

- Las antorchas, sacadas de madera resinosa, fueron al comienzo un sistema de iluminación usual en las casas. Con el tiempo, su uso se reservó para bodas y funerales.

- Las candelas se lograban envolviendo en capas de cera o sebo un pabilo vegetal (papiro, estopa, esparto, junco, cáñamo, cuerda con pez, cera o sebo) retorcido en ellas para formar gruesas hachas que resistían y se llamaban funalia o funales cerei o simplemente cerei. Eran llevadas por un esclavo que acompañaba al señor cuando salía de noche y en los triunfos.

- Cuando se generalizó el uso del aceite, la lucerna o lychnus fue el sistema de iluminación más común en las casas romanas. Son recipientes oblongos y aplastados, provistos de un asa por la parte posterior y de un pico o más (rostrum, myxus) en la anterior por donde sale el pabilo (ellychnium). En el centro tiene un agujero por donde se mete el aceite y la mecha de estopa, cáñamo o papiro. Fuera del uso doméstico, también se empleaban en las fiestas públicas, en las solemnidades religiosas, colgadas en las ventanas alumbrando la calle, en los espectáculos nocturnos. Las más ordinarias eran de arcilla, aunque las había también de bronce y de materiales preciosos, con incrustaciones en oro, piedra, alabastro, vidrio y ámbar, destinadas para los templos y sepulcros de hombres ricos. Las formas que presentan son muy variadas: las que iluminaban la mesa de trabajo del tablinum tenían la apariencia de un trípode; otras, para poder ser colgadas, tenían una cadenita por la que podían pender del techo; otras lucernas podían tener un soporte o agruparse en candelabros con forma de árboles de los que cuelgan frutas, en forma de ganso, rana, columnillas, estatuillas...

- Las linternas (laternae), portátiles, fueron de uso es temprano. En casa o en la calle tenían la ventaja de que no se apagaban ni había riesgo de quemarse pues encerraban la luz del viento entre sus transparentes paredes de vitela fina, cuerno (laterna cornea), vejiga (laterna de uesica) y más tarde de cristal. Las más preciadas venían de Cartago





- Los candelabros eran originariamente soportes para colocar las candelas o lámparas de aceite. Constaban de una caña con una arandela en la parte superior donde se colocaba una tea o una piña de pino ardiendo, un soporte base que podía simular una columna o figura humana y el pie triple con la apariencia de las patas de un animal que lo fija al lugar deseado. Aunque empezaron siendo sencillos y baratos, su popularidad los acabó convirtiendo en un objeto precioso con incrustaciones de todo tipo de material noble que lo encarecía enormemente y dotaba de gran sofisticación cualquier hogar pudiente.

LOS ROMANOS

Tras la II Guerra Púnica los cartagineses abandonan Andalucía y su presencia fue sustituida por la de los romanos, que tuvieron que hacer frente a algunos focos de resistencia. Como consecuencia de la victoria romana se creó la provincia de Hispania Ulterior, que abarcaba casi todo el territorio andaluz, salvo la parte norte de las provincias de Jaén y Granada y la parte de la provincia de Almería, que quedaron bajo la administración de la provincia Tarraconense y posteriormente de la Cartaginense. A esta primera división durante la República Romana le sigue otra ya en tiempos de Augusto donde la provincia de la Hispania Ulterior se divide en las provincias de Lusitania y la Bética, ocupando esta última buena parte del territorio andaluz, teniendo a Corduba (Córdoba) como capital.



El territorio se articulaba a través de una red de calzadas en torno a estos ejes se disponían importantes núcleos de población, como Corduba, Gades, Malaca, Itálica, Iliberris, Hispalis, Ostippo, etcétera, que monopolizaban la recaudación de impuestos, el comercio y la explotación del ager, además de ser grandes focos de penetración de la cultura romana y de su distribución por sus áreas de influencia rural. El carácter divisorio de grandes ríos como el Guadiana y el Guadalquivir, la importancia de los grandes distritos mineros, la frontera natural que supone Sierra Morena, la importancia de grandes núcleos poblacionales y la facilidad de comunicación por el mar, son elementos que hacían de frontera y que a la vez configuraban un espacio territorial con distintas realidades pero con cierta cohesión.


La Bética tuvo una importante aportación al conjunto del Imperio romano, tanto de carácter económico, como cultural y político. En el terreno económico continuó siendo muy significativa la extracción de minerales (oro, plata, cobre y plomo) y la agricultura, con la producción y exportación sobre todo de cereales, aceite y vino, éstos dos últimos especialmente famosos en todo el Imperio junto con el garum. En el terreno político, la Bética fue durante mucho tiempo una provincia senatorial que, debido a su alto grado de romanización, dependía del poder político del Senado, no del poder militar del Emperador.


Fue dividida en cuatro conventus iuridici: el Conventus Cordubensis, con capital en Córduba que además era la capital de toda la provincia Bética; el Conventus Astigitanus, con capital en Astigi; el Conventus Gaditanus, con capital en Gades y el Conventus Hispalensis con capital en Hispalis. Estos territorios eran partidos judiciales, en los que los principales de la comunidad se reunían anualmente bajo la dirección de un legatus iuridicus del procónsul para supervisar la administración de justicia.

 http://www.malagahistoria.com/malagahistoria/imagenes/acinipo/provincia_hispania_ulterior_betica.jpg

La conquista romana, tanto económica como política, y la profunda romanización de la Bética puso fin en gran medida a la cultura autóctona.

La provincia de la Betica dio a Roma los emperadores Trajano y Adriano, naturales de Itálica. Cabe destacar a los miembros de la familia Anneo originarios de Corduba, empezando por el el padre Seneca el Viejo conocido orador, sus hijos Lucio Anneo Seneca, famoso filósofo, Galión, y por último el nieto Lucano, gran poeta. También se puede destacar al escritor agronómico Columela originario de la ciudad de Gades, entre otros.



BASTETANOS

Los bastetanos o bástulos fueron un pueblo ibero, antiguos habitantes de la Bastitania, con capital en Basti, a cinco kilómetros de la actual Baza, en la provincia de Granada. Habitaban un territorio que ocupaba el sureste de la península ibérica, que hoy en día pertenece a las provincias de Albacete, Almería, Grangada, Jaén, Málaga y Región de Murcia.





























Se les identifica con los mastienos de algunas fuentes antiguas, su economía destacaba por la producción minería, esparto, garum y salazanes, en las zonas costeras lo que llevó a que su territorio fuera objeto de apetencias expansionistas de los cartagineses.

El hallazgo más importante de este pueblo prerromano, es sin duda la llamada "Dama de Baza", hallada en el Cerro Cepero. Pieza labrada en caliza policromada actualmente se encuentra en el Museo Arqueológico Nacional. Su hallazgo dentro de una cámara funeraria acompañada de un importante ajuar funerario, la convierte en uno de los hallazgos más importante del mundo ibero. Se sabe que la escultura actuó como urna funeraria, conteniendo las cenizas de una mujer.




ORETANOS

Los oretanos fueron un pueblo prerromano que habitaron las tierras que van desde Sierra Morena hasta la cuenca del Anas (actual Guadiana), correspondiendo a las actuales provincias de Ciudad Real y noreste de Córdoba, oeste de Albacete y el norte de la provincia de Jaén.



La ciudad más grande de la Oretania era Cástulo (Linares, provincia de Jaén), que llegaría a actuar como su capital. Han pervivido algunos nombres de sus régulos o reyezuelos, como por ejemplo Orissón, único guerrero que consiguió derrotar a los cartagineses. Al menos en época tardía, pudieron estar bajo el dominio de un único soberano, lo que explicaría el matrimonio de Aníbal con la princesa oretana Himilce, hija del rey de Cástulo, Mucro. La intensa iberización de los oretanos se produce ya en época orientalizante, a juzgar por sus cerámicas. Sus santuarios son los más ricos del mundo ibérico. En Alarcos (Ciudad Real) han aparecido estelas con figuras zoomorfas y existía un arte de gran calidad al servicio de las elites refinadas y poderosas, como lo indican las cerámicas, los bronces y los mismos tesoros argénteos, tan frecuentes en la zona de Sierra Morena. Y en Castellar (Jaén), han sido hallados en el importante santuario de la Cueva de la Lobera más de 3000 exvotos ibéricos.


El interés principal por el mundo oretano se centra en su papel intermediario entre los pueblos prerromanos de la época, ya que por su territorios se transmitieron elementos culturales y étnicos entre turdetanos, bastetanos, contestanos, carpetanos, vetones, lusitanos y celtas, pueblos vecinos de los oretanos. Aunque fue un pueblo que se iberizó temprana y profundamente, también tuvo un influjo muy importante por parte del mundo celta.

Algunos de sus asentamientos más importantes en la actual Andalucía eran:

Mentesa Bastia (La Guardia de Jaén)
Aurgis o Puente Tablas (Jaén)
Baikol (Bailén)
Iltiraka (Úbeda)
Toya (Peal de Becerro)
Cerro del Pajarillo (Huelma) etc.  

TURDULOS

Los túrdulos fueron un pueblo prerromano asentado entre los turdetanos y los oretanos, ocupando el territorio que va desde el valle del río Guadiana al Guadalquivir, y desde La Serena hasta la vega del Genil en Granada aproximadamente, su capital era el oppidum de Ibolca (a veces transcrito como Ipolka – la Obulco de los romanos), y que se corresponde con la actual Porcuna, Jaén.

Entre otras particularidades, se cree que se diferenciaban de los demás pueblos ibéricos en el idioma, posiblemente de origen tartesio. La escritura y el idioma túrdulos serían una evolución histórica del idioma y la escritura tartésica, lo que los emparentaría a los turdetanos, lo que ha llevado a la confusión entre ambos pueblos.


Entre sus manifestaciones artísticas destaca el conjunto escultorico Cerrillo Blanco, en Porcuna. Las estatuas descubiertas debieron pertenecer a algo semejante a un "heroon", un vasto mausoleo dedicado a no sabemos quién o quiénes. Sus autores aunque desconocidos eran artistas de primera fila. Su calidad no desmerece de la de los escultores que trabajaron para los templos griegos de la época. Pero para entender aún más la importancia de los restos hay que tener en cuenta de que se trata de un amplio conjunto escultórico y no de piezas aisladas como los exvotos que se han encontrado en los santuarios.




 
 
 

 



jueves, 10 de diciembre de 2015

TURDETANOS

Los turdetanos fueron un pueblo prerromano que habitaba en la Turdetania, región que abarcaba el valle del Guadalquivir desde el Algarve en Portugal hasta Sierra Morena, coincidiendo con los territorios de la antigua civilización de Tartessos. Limitaban al norte con los Túrdulos, al oeste con los Conios y al este con los Bastetanos y Oretanos.  



Perdido el enlace comercial y cultural que Tartessos mantenía con los griegos, la Turdetania se vio inmersa en la influencia cartaginesa, aunque desarrolló una evolución propia a partir de la cultura anterior, de forma que la población turdetana se sabía descendiente de los antiguos tartesios, manteniendo sus señas de identidad a la llegada de los romanos, ya que se adaptaron a las nuevas condiciones geopolíticas de la época. Tenían una personalidad propia dentro de la cultura de los pueblos íberos, se caracterizaba por una serie de manifestaciones artísticas como el tipo de cerámica, pintada y con decoración geométrica, escultura animalística que en época romana se continuó con figuración humana. En la necrópolis de Osuna se encuentran algunas de las muestras más representativas.








Tenían una lengua propia, derivada del tartésico, y un alfabeto propio diferenciado del alfabeto íbero. Otra diferencia fundamental son las particularidades en las necrópolis y enterramientos. Era el pueblo más civilizado de la Península Ibérica a la llegada de los romanos. Con una próspera economía, y eran considerados los más cultos de los íberos.

La minería sería uno de sus recursos más importantes. Los principales minerales extraídos son plata y cobre. La agricultura fue muy importante y variada, conocían el arado y el trillo, y cultivaban cereales, olivo y vid. Sobre ganadería, se sabe que criaban bueyes, ovejas, y caballos. Se conoce la cría de ovejas por la industria textil asociada. Además de una importante industria relacionada con la pesca, las conservas y salazones.


A la caída de Tartessos, el poder monárquico se disgrega y surgen pequeños reyes, existía una vida urbana importante, existiendo una gran cantidad de ciudades, más que en ningún otro pueblo prerromano de la península. Hay evidencias de la existencia de una servidumbre comunitaria, explotados por una clase dominante. Es posible que estos siervos se dedicaran a las tareas agrícolas y mineras. El poder político estaba basado en un fuerte poder militar, con presencia de ejércitos de mercenarios según algunas referencias. Se ha constatado la existencia de una élite que vivía lujosamente gracias a los recursos mineros y las riquezas naturales de esta región.

Hay divinidades de finales de la Edad del Bronce que se van asimilando con los dioses traídos de fuera por los fenicios y cartagineses en las distintas colonizaciones. Estrabón habla del santuario fenicio dedicado a Melkart-Hércules en Gadir, otro dedicado a Tanit y un oráculo dedicado a Menesteo. Se han encontrado en distintas cuevas de Sierra Morena gran serie de ofrendas votivas, sobre todo pequeñas esculturas de bronce (exvotos). El ritual funerario encontrado en distintas necrópolis se basa en la incineración, aunque debido a no poder conseguir temperaturas demasiado altas sería más preciso considerarlo cremación.

En el año 237 a. C., Amílcar Barca desembarca en la vieja colonia fenicia de Gadir con el propósito de adueñarse de las riquezas mineras de la Península Ibérica. Esto, a pesar de la tradición de comercio con los cartagineses que hasta entonces había existido en la Turdetania, supuso el enfrentamiento abierto entre varias ciudades de la Turdetania, especialmente las del interior. Los reyes turdetanos carecían de una organización global capaz de enfrentarse a la potencia militar cartaginesa, por lo que los ejércitos de los reyes Istolacio e Indortes, cuya resistencia fue mayor, fueron rápidamente derrotados y desmantelados o asimilados a las fuerzas de los Cartaginenses. 


Podemos destacar algunas ciudades como:
    Acinipo/Ronda la Vieja
    Aípora/Montoro
    Asido/Medina Sidonia
    Asta/Mesas de Asta
    Ástigis/Écija
    Baesuri/Castro Marim
    Balsa/Tavira
    Callentum/Cazalla de la Sierra
    Carisa/Espera
    Carmo/Carmona
    Corduba/Córdoba
    Hispalis/Sevilla
    Ilipa/Alcalá del Río
    Ilipla/Niebla
    Italica/Santiponce
    Licabrum/Cabra
    Myrtilis/Mértola
    Onuba/Huelva
    Orippo/Dos Hermanas
    Ossonoba/Faro
    Ostippo/Estepa
    Urso/Osuna








IBEROS

Los iberos o íberos fue como llamaron los antiguos escritores griegos a las gentes del levante y sur de la Península Ibérica para distinguirlos de los pueblos del interior, cuya cultura y costumbres eran diferentes. Aunque no siempre coinciden en los límites geográficos precisos ni en la enumeración de pueblos concretos, parece que la lengua es el criterio fundamental que los identificaba como pueblo, puesto que las inscripciones en lengua ibérica aparecen a grandes rasgos en el territorio que las fuentes clásicas asignan a los iberos, es decir la zona costera que va desde el sur del Languedoc-Rosellón hasta Alicante, el valle del Ebro, el valle del Segura, la Mancha meridional y oriental hasta el río Guadiana y el valle alto del Guadalquivir.


A pesar de que estos pueblos compartían ciertas características comunes, no eran un grupo étnico homogéneo ya que se diferenciaban en muchos aspectos. No se conoce el origen de los iberos, pero se cree que las comunidades del final de la edad del bronce sería el sustrato indígena de la cultura íbera. Por ello se parte de cuatro focos: El Argar, la cultura del Bronce Manchego, la del Bronce Valenciano y los campos de urnas del Noreste. Los iberos fueron por tanto diversos pueblos que evolucionan desde diferentes culturas precedentes hacia unas estructuras proto-estatales, viéndose influidos por fenicios primero, y luego por griegos y púnicos, que traerán consigo elementos de lujo que ayudarán, como bienes de prestigio, a la diferenciación interna de los diversos grupos sociales.

La lengua ibera es una lengua paleohispánica que está documentada por escrito. Los textos en lengua ibera se saben leer razonablemente bien, pero en su mayor parte son incomprensibles, puesto que la lengua íbera es una lengua sin parientes suficientemente cercanos que sean útiles para la traducción de textos.




La sociedad ibera estaba fuertemente jerarquizada en castas sociales muy dispares, todas ellas con una perfecta y bien definida misión para hacer funcionar correctamente una sociedad que dependía de ella misma para mantener a su ciudad. La casta guerrera y noble era la que contaba con más prestigio y poder dentro de estas. Aparte de las armas, poseer caballos otorgaba también gran prestigio y reflejaba poder, nobleza, y formar parte de la clase más poderosa. También tenían gran importancia la casta sacerdotal, en la que las mujeres, como se aprecia en los restos funerarios, eran el vínculo de la vida y la muerte. Las sacerdotisas gozaban de gran prestigio, ya que eran las que estaban en continuo contacto con el mundo de los dioses, aunque también había hombres que desarrollaban una tarea mística, caso de los sacerdotes lusitanos, que leían el futuro en las entrañas de los guerreros enemigos. Otra de las castas era la de los artesanos, apreciados porque de ellos salían los ropajes con los que se vestían y resguardaban del frío, los que elaboraban calzado, los que modelaban vasijas en las que guardar agua y alimentos y, sobre todo, por ser los que les hacían, a medida, armas y armaduras con las que se distinguían de las otras castas más bajas. Finalmente estaba el «pueblo llano», gente de distintos oficios que se dedicaban a los trabajos más duros.

El arte ibérico posee sus mejores manifestaciones en obras escultóricas de piedra y bronce, madera y barro cocido. Ofrece gran variedad regional con rasgos culturales de cada zona que se distribuye en tres zonas bien diferenciadas: Andalucía, la zona de Levante y el Centro peninsular.  Las manifestaciones artísticas más importantes se dan dentro de los campos de la escultura, pintura y cerámica.

Grifomaquia de Porcuna, Jaén

Los iberos utilizaban el rito de la incineración, conocido gracias a los fenicios o a los pueblos transpirenaicos. Se han identificado lugares de culto como santuarios urbanos, y el empleo de grutas o cavernas a modo de santuarios, en los que se depositaban pequeñas estatuillas, llamadas exvotos, como ofrenda votiva a alguna deidad. Estas figuras son tanto de mujeres sacerdotisas como de hombres guerreros, a pie o a caballo, otras están sacrificando algún animal con un cuchillo, o mostrando su respeto con las manos en alto, o con los brazos abiertos.

Ejemplo de exvotos iberos

Los asentamientos se pueden diferenciar en varias modalidades, pequeños asentamientos situados en zonas llanas y que carecían de fortificación, recintos fortificados con estructuras de dimensiones reducidas con fuertes defensas que solían estar en zonas altas, y grandes poblados u oppida que actuaban como centros que controlaban una región o un territorio, donde se situaban los distintos poblados en llano y sus recintos fortificados.


Los principales pueblos iberos asentados en el actual territorio de Andalucía son; Turdetanos, TurdulosBastetanos, y Oretanos, aunque no eran los únicos pueblos presentes en la zona destacando por un lado los bastulos (libio-fenicios) fuertemente influenciados por los fenicios y los conios que algunos ligan a la influencia céltica.




miércoles, 9 de diciembre de 2015

FENICIOS Y CARTAGINESES

Los fenicios se trata de un pueblo semita cananeo asentado en el territorio del actual Libano, estaba formado por una serie de ciudades estados que se encontraban asentadas en un suelo montañoso y poco apto para las actividades agrícolas, eso oriento a sus habitantes a las actividades marítimas, destacando en especial su carácter comercial.


La presencia fenicia en la Península Ibérica fue muy importante, aunque limitada a determinadas ciudades y factorías en la costa, sus aportaciones a la vida cotidiana de los nativos peninsulares fueron numerosas y destacadas, introdujeron en la Península Ibérica nuevas técnicas, tecnologías, modas, etc. Por hacer una relación:

La propia llegada de los fenicios, implicó un desarrollo de la náutica, en muchas de sus facetas geográficas, astronómica, construcción naval, etc.


El pecio Mazarrón-2 unos de los pocos ejemplos de barcos fenicios hallados hasta el día de hoy.

La actividad económica más importante que este pueblo desarrolló en la Península Ibérica fue el comercio, principalmente con los metales.

Introdujeron nuevas especies agrícolas como la vid y el almendro, nuevas especies animales como la gallina, el asno, etc.

También desarrollaron la producción ligada al sector primario, como el vino, el aceite, la pesca y la salazón del atún.

Introdujeron la metalurgia del hierro e impulsaron una masiva producción de plata..

También introdujeron el torno de alfarero y complejos hornos de producción de cerámica en dos cámaras. La actividad indígena alfarera se transformó así radicalmente pasando de ser una actividad doméstica a una producción semiindustrial masiva.

Los fenicios fueron famosos por sus objetos de lujo que eran consumidos por las élites nativas: orfebrería, joyería, ricas telas rojizas teñidas de púrpura, aceite perfumado, muebles recubiertos de placas de marfil, pequeñas esculturas, cerámica pintada con motivos naturalistas, etc.

La llamada "Dama de Galera", perfumero de origen fenicio.

También importaron objetos de lujo provenientes de oriente como vasos de alabastro, escarabeos y amuletos producto del saqueo de tumbas egipcias, cerámica griega de lujo, aceite y vino griego de gran calidad, etc.

Una de las aportaciones más importantes fue la escritura alfabética. La escritura alfabética fenicia sólo tenía 22 signos y era de fácil aprendizaje y utilización. Seguramente la desarrollaron por necesidades mercantiles (contabilización, registro). Dado que en sus viajes se encontraban lejos de templos y palacios y , por tanto, de los escribas, era necesario que alguno de los comerciantes fuera capaz de escribir. Esta sencillez en la escritura fenicia facilitó su adopción por los pueblos que entraron en contacto con los fenicios: griegos, etruscos, íberos y tartésicos. Sin embargo, hay que recalcar que los íberos adoptaron el alfabeto fenicio para escribir su propia lengua.


Asimismo, se han encontrado ponderales (pesos y medidas), marcas de alfarero, etc. Todo indica que los fenicios introdujeron y practicaron complejos sistemas de contabilización y registro en sus transacciones comerciales con los indígenas.

Junto a estas aportaciones se pueden incluir otras de carácter más ideológico como es el caso de la llegada y expansión de una religión ligada en parte a la mitología fenicias, destacando sobre todo los dioses Baal, Astarte, y Melkart, entre otros.

Tras la llegada de los fenicios los poblados se aglutinan en pequeñas ciudades donde se apiñan casas de muros de piedra rectilíneos y varias habitaciones. A veces se amurallan y se dotan de edificios públicos como santuarios, almacenes, asimismo especializan funcionalmente el espacio con áreas de taller y de vivienda separadas entre sí.

La sociedad indígena se debió jerarquizar y aumentaron las diferencias sociales como demuestra la convivencia de tumbas principescas de gran riqueza con tumbas mucho más sencillas.

A partir del siglo X a.C. los fenicios de Tiro, que ejercían la hegemonía sobre el resto de las ciudades fenicias, iniciaron un proceso colonizador por buena parte del Mediterráneo. Según Veleyo Patérculo, la primera colonia fenicia en la península ibérica sería Gadir (Cádiz), ochenta años después de la caída de Troya (lo que la situaría en el año 1104 a. C.). Aunque tal datación responde a criterios míticos, lo cierto es que existe estructuras urbanas de al menos el siglo IX a. C.



Las evidencias arqueológicas sitúan la fundación de Malaka (Málaga) entre los siglos IX a. C. y VIII a. C. Además de Gadir y Malaka, y de la segura presencia fenicia en las ciudades tartésicas del entorno del Lacus Ligustinus, a lo largo del litoral sur peninsular hubo asentamientos fenicios, muchos de los cuales tendrían en una primera fase un carácter transitorio mientras que otros irían paulatinamente adquiriendo una importancia cada vez mayor hasta llegar a convertirse en destacables núcleos de población, como Abdera (Adra) y Sexi (Almuñécar). Junto a estas colonias, los fenicios utilizaron establecimientos de menor entidad, extendidos como bases portuarias para sus rutas de navegación y para la diversificación de los contactos con el interior; tanto en el litoral mediterráneo (Salambina (Salobreña), Toscanos, Trayamar, Cerro del Villar, Calpe (Gibraltar), Carteia (San Roque)) como en el atlántico (Barbate, Rota, Onuba (Huelva), Aljaraque, Ayamonte, Baesuris (Castro Marim), Ossonoba (Faro), Callipo (desembocadura del Sado), Olissipo (Lisboa), Collipo (São Sebastião do Freixo), Quinta do Amaraz, Leiria, Santa Olaia (desembocadura del Mondego), Cale (Vila Nova de Gaia)) y en la costa norteafricana (Rusadir (Melilla), Abila (Ceuta), Lixus (Larache)).



Otra relación de asentamientos fenicios sería la siguiente:




ESTABLECIMIENTOS FENICIOS EN IBERIA
(según M. Pellicer)
2: Onoba (Huelva). 3: Torre de Doña Blanca. 4: Gadir (Cádiz). 5: Calpe (Gibraltar). 6: Cerro del Prado. 7: Barbesula (La Montilla). 8: Suel (Castillo de Sohail, Fuengirola). 9: Cerro del Villar. 10: Malaka (Málaga). 11: Mainake (Toscanos, Peñón, Alarcón, Jardín, Cerro del Mar). 12: Morro de Mezquitilla (Trayamar). 13: Chorreras, Lagos. 14: Sexi (Almuñecar). 15: Selambina (Peñón de Salobrena). 16: Castrel de Ferro. 17: Abdera (Cerro de Montecristo). 18: Garrucha. 19: Baria (Villaricos). 20: Dunas de Guardamar/ La Fonteta. 21: Sa Caleta. 22: Olisipo (Sé de Lisboa). 23: Scallabis (Alcaçova de Santarem). 25: Tarifa. 26: Cabecico de Parra. 27: El Torreón. 28: Loma de Benagalbón. 29: Ebussus, Can Petit (Ibiza). 30: Punta de los Gavilanes. 31: Cerro de Rocha Branca (Silves). 33: Abul. 34: Setubal.36: Almaraz (Almada). 41: Santa Olaia. 45: Faro de Torrox.




Las excavaciones arqueológicas encuentran en ellos objetos datables entre los siglos VIII y VII a. C. y de tipología proveniente de ámbitos orientales del Mediterráneo y helénicos, lo que ha permitido constatar la existencia de todo un comercio de objetos helénicos llevado a cabo tanto por el comercio fenicio como el griego. La cerámica de barniz rojo, muy característica, que aparece solo en enclaves fenicios y nunca en griegos, tiene su origen en ámbitos del Mediterráneo oriental (Siria y Chipre), desde donde se importaría a través del comercio fenicio hasta la península ibérica. De notable interés resulta la necrópolis de Sexi, en donde se han hallado urnas de alabastro que testimonian rituales de incineración (alguna de ellas de procedencia egipcia) y todo tipo de objetos (marfiles, vasos de bronce) que prueban los profundos contactos con el Mediterráneo oriental. Tales objetos fueron importados en un primer momento y después producidos localmente por artesanos indígenas que imitaron sus modelos (orfebrería de oro y plata de los tesoros de Aliseda y del Carambolo, en el ámbito tartésico). Estos tesoros evidencian la extraordinaria riqueza en metales de la península. No obstante, en este periodo y ámbito los intercambios comerciales se realizaban con el sistema de trueque, sin intermediación de moneda; fueron los griegos los que introdujeron el comercio monetario en la península, produciéndose posteriormente acuñaciones iberas y cartaginesas.

En el siguiente mapa podemos apreciar la localización de las cecas (lugares de acuñación de moneda), ya en época cartaginesa, las cecas están diferenciadas por el alfabeto utilizado (todos ellos de origen fenicio):


La extensión de la actividad comercial fenicia alcanzó una considerable amplitud desde comienzos del VIII y sobre todo en el VII a. C., coincidiendo con la expansión asiria en Oriente Próximo, que afectó a las ciudades fenicias al cerrarles los mercados orientales, con lo que se vieron forzadas a reorientarse a los occidentales. La colonización fenicia buscó nuevas fuentes de riqueza en la industria de la pesca (almadrabas de atún) y los salazones, introduciendo técnicas propias que alcanzaron gran desarrollo y alta rentabilidad, prestigiando los productos de la zona (lo que continuó en época cartaginesa y romana, siendo la base de las exportaciones -el aceite y el garum-). También debe atribuirse a los fenicios la introducción a gran escala de las salinas, estrechamente vinculadas a esta actividad. Se inició la producción de tipologías cerámicas que con anterioridad solo tenían una difusión muy localizada. No está claro si hubo cambios agrícolas que pudieran deberse a influencia fenicia, aunque tradicionalmente se les atribuye la introducción de olivo, posibilidad que también es compatible los datos paleoecológicos, lo que habría completado la trilogía mediterránea característica de buena parte de los paisajes agrarios peninsulares.


A partir de la caída de Tiro ante Nabucodonosor II (572 a. C.) la colonia de Cartago sustituyó a las metrópolis fenicias en el control de las factorías comerciales costeras mediterráneas. El papel de estos establecimientos fue superando el mero intercambio de productos ultramarinos con productos del interior para pasar a ejercer una verdadera función directiva sobre la producción local, principalmente la metalúrgica dependiente de las minas de Castulo (Linares). Los enfrentamientos bélicos de los cartagineses van a influir en gran medida en el desarrollo comercial del Mediterráneo Occidental. La Batalla de Alalia, hacia el 537 a.C., tuvo como consecuencia el bloqueo del comercio griego -focenses- con la península, los cartagineses o púnicos pasaron a controlar militarmente el Estrecho de Gibraltar, haciendo inaccesible la penetración comercial de los demás pueblos mediterráneos.

La influencia cartaginesa sobre las culturas ibéricas ("punicización") fue haciéndose progresivamente mayor, evidenciándose en la cerámica, los objetos funerarios y la implantación de divinidades púnicas, como la diosa Tanit (hallada en Baria -Villaricos, provincia de Almería- o en Gadir) y el dios Baal-Hamon (en sustitución de divinidades fenicias como Astarte y Baal respectivamente), que también se ha identificado con las llamadas "damas ibéricas". La introducción paulatina de ciertas mejoras en procesos industriales y agrícolas, así como la utilización del alfabeto púnico (en la escasa epigrafía tartésica e ibera) se produjeron en continuidad con la época fenicia.


La derrota cartaginesa en la primera guerra púnica (264-241 a. C.) no afectó a su área de influencia cartaginesa en la península ibérica; más que limitarla, fue un estímulo para la expansión, ya claramente de carácter territorial hacia el interior, y bajo la dirección política de la poderosa familia Barca. Según las fuentes clásicas romanas, el general cartaginés Asdrúbal el Bello fundó la ciudad de Qart Hadasht (actual Cartagena) en el año 227 a. C., posiblemente sobre un anterior asentamiento tartésico denominado Mastia Tarseion. Cartagena fue amurallada y reurbanizada y se convirtió en la principal base púnica. Al año siguiente, romanos y cartagineses acordaron el llamado tratado del Ebro, por el que cada una de las potencias renunciaba a intervenir al otro lado de ese río. No obstante, en el 219 a. C. Roma dio garantías a una ciudad greco-ibera situada muy al sur del Ebro (Arse, la actual Sagunto) de que la tomaba bajo su protección.






Esta expansión chocó con los intereses de otra potencia emergente en el Mediterráneo Occidental, Roma, iniciándose la llamada II Guerra Púnica, que abre un nuevo periodo para Andalucia la la llegada de los romanos que en su lucha contra los cartagineses no solo lo van a derrotar si no que los sustituyen como potencia colonizadora, implantado en estas tierras su cultura y haciendo desaparecer en parte el legado de anterior, y convirtiéndose en una parte importante del Imperio Romano, gracias a la romanización del territorio.