miércoles, 9 de diciembre de 2015

FENICIOS Y CARTAGINESES

Los fenicios se trata de un pueblo semita cananeo asentado en el territorio del actual Libano, estaba formado por una serie de ciudades estados que se encontraban asentadas en un suelo montañoso y poco apto para las actividades agrícolas, eso oriento a sus habitantes a las actividades marítimas, destacando en especial su carácter comercial.


La presencia fenicia en la Península Ibérica fue muy importante, aunque limitada a determinadas ciudades y factorías en la costa, sus aportaciones a la vida cotidiana de los nativos peninsulares fueron numerosas y destacadas, introdujeron en la Península Ibérica nuevas técnicas, tecnologías, modas, etc. Por hacer una relación:

La propia llegada de los fenicios, implicó un desarrollo de la náutica, en muchas de sus facetas geográficas, astronómica, construcción naval, etc.


El pecio Mazarrón-2 unos de los pocos ejemplos de barcos fenicios hallados hasta el día de hoy.

La actividad económica más importante que este pueblo desarrolló en la Península Ibérica fue el comercio, principalmente con los metales.

Introdujeron nuevas especies agrícolas como la vid y el almendro, nuevas especies animales como la gallina, el asno, etc.

También desarrollaron la producción ligada al sector primario, como el vino, el aceite, la pesca y la salazón del atún.

Introdujeron la metalurgia del hierro e impulsaron una masiva producción de plata..

También introdujeron el torno de alfarero y complejos hornos de producción de cerámica en dos cámaras. La actividad indígena alfarera se transformó así radicalmente pasando de ser una actividad doméstica a una producción semiindustrial masiva.

Los fenicios fueron famosos por sus objetos de lujo que eran consumidos por las élites nativas: orfebrería, joyería, ricas telas rojizas teñidas de púrpura, aceite perfumado, muebles recubiertos de placas de marfil, pequeñas esculturas, cerámica pintada con motivos naturalistas, etc.

La llamada "Dama de Galera", perfumero de origen fenicio.

También importaron objetos de lujo provenientes de oriente como vasos de alabastro, escarabeos y amuletos producto del saqueo de tumbas egipcias, cerámica griega de lujo, aceite y vino griego de gran calidad, etc.

Una de las aportaciones más importantes fue la escritura alfabética. La escritura alfabética fenicia sólo tenía 22 signos y era de fácil aprendizaje y utilización. Seguramente la desarrollaron por necesidades mercantiles (contabilización, registro). Dado que en sus viajes se encontraban lejos de templos y palacios y , por tanto, de los escribas, era necesario que alguno de los comerciantes fuera capaz de escribir. Esta sencillez en la escritura fenicia facilitó su adopción por los pueblos que entraron en contacto con los fenicios: griegos, etruscos, íberos y tartésicos. Sin embargo, hay que recalcar que los íberos adoptaron el alfabeto fenicio para escribir su propia lengua.


Asimismo, se han encontrado ponderales (pesos y medidas), marcas de alfarero, etc. Todo indica que los fenicios introdujeron y practicaron complejos sistemas de contabilización y registro en sus transacciones comerciales con los indígenas.

Junto a estas aportaciones se pueden incluir otras de carácter más ideológico como es el caso de la llegada y expansión de una religión ligada en parte a la mitología fenicias, destacando sobre todo los dioses Baal, Astarte, y Melkart, entre otros.

Tras la llegada de los fenicios los poblados se aglutinan en pequeñas ciudades donde se apiñan casas de muros de piedra rectilíneos y varias habitaciones. A veces se amurallan y se dotan de edificios públicos como santuarios, almacenes, asimismo especializan funcionalmente el espacio con áreas de taller y de vivienda separadas entre sí.

La sociedad indígena se debió jerarquizar y aumentaron las diferencias sociales como demuestra la convivencia de tumbas principescas de gran riqueza con tumbas mucho más sencillas.

A partir del siglo X a.C. los fenicios de Tiro, que ejercían la hegemonía sobre el resto de las ciudades fenicias, iniciaron un proceso colonizador por buena parte del Mediterráneo. Según Veleyo Patérculo, la primera colonia fenicia en la península ibérica sería Gadir (Cádiz), ochenta años después de la caída de Troya (lo que la situaría en el año 1104 a. C.). Aunque tal datación responde a criterios míticos, lo cierto es que existe estructuras urbanas de al menos el siglo IX a. C.



Las evidencias arqueológicas sitúan la fundación de Malaka (Málaga) entre los siglos IX a. C. y VIII a. C. Además de Gadir y Malaka, y de la segura presencia fenicia en las ciudades tartésicas del entorno del Lacus Ligustinus, a lo largo del litoral sur peninsular hubo asentamientos fenicios, muchos de los cuales tendrían en una primera fase un carácter transitorio mientras que otros irían paulatinamente adquiriendo una importancia cada vez mayor hasta llegar a convertirse en destacables núcleos de población, como Abdera (Adra) y Sexi (Almuñécar). Junto a estas colonias, los fenicios utilizaron establecimientos de menor entidad, extendidos como bases portuarias para sus rutas de navegación y para la diversificación de los contactos con el interior; tanto en el litoral mediterráneo (Salambina (Salobreña), Toscanos, Trayamar, Cerro del Villar, Calpe (Gibraltar), Carteia (San Roque)) como en el atlántico (Barbate, Rota, Onuba (Huelva), Aljaraque, Ayamonte, Baesuris (Castro Marim), Ossonoba (Faro), Callipo (desembocadura del Sado), Olissipo (Lisboa), Collipo (São Sebastião do Freixo), Quinta do Amaraz, Leiria, Santa Olaia (desembocadura del Mondego), Cale (Vila Nova de Gaia)) y en la costa norteafricana (Rusadir (Melilla), Abila (Ceuta), Lixus (Larache)).



Otra relación de asentamientos fenicios sería la siguiente:




ESTABLECIMIENTOS FENICIOS EN IBERIA
(según M. Pellicer)
2: Onoba (Huelva). 3: Torre de Doña Blanca. 4: Gadir (Cádiz). 5: Calpe (Gibraltar). 6: Cerro del Prado. 7: Barbesula (La Montilla). 8: Suel (Castillo de Sohail, Fuengirola). 9: Cerro del Villar. 10: Malaka (Málaga). 11: Mainake (Toscanos, Peñón, Alarcón, Jardín, Cerro del Mar). 12: Morro de Mezquitilla (Trayamar). 13: Chorreras, Lagos. 14: Sexi (Almuñecar). 15: Selambina (Peñón de Salobrena). 16: Castrel de Ferro. 17: Abdera (Cerro de Montecristo). 18: Garrucha. 19: Baria (Villaricos). 20: Dunas de Guardamar/ La Fonteta. 21: Sa Caleta. 22: Olisipo (Sé de Lisboa). 23: Scallabis (Alcaçova de Santarem). 25: Tarifa. 26: Cabecico de Parra. 27: El Torreón. 28: Loma de Benagalbón. 29: Ebussus, Can Petit (Ibiza). 30: Punta de los Gavilanes. 31: Cerro de Rocha Branca (Silves). 33: Abul. 34: Setubal.36: Almaraz (Almada). 41: Santa Olaia. 45: Faro de Torrox.




Las excavaciones arqueológicas encuentran en ellos objetos datables entre los siglos VIII y VII a. C. y de tipología proveniente de ámbitos orientales del Mediterráneo y helénicos, lo que ha permitido constatar la existencia de todo un comercio de objetos helénicos llevado a cabo tanto por el comercio fenicio como el griego. La cerámica de barniz rojo, muy característica, que aparece solo en enclaves fenicios y nunca en griegos, tiene su origen en ámbitos del Mediterráneo oriental (Siria y Chipre), desde donde se importaría a través del comercio fenicio hasta la península ibérica. De notable interés resulta la necrópolis de Sexi, en donde se han hallado urnas de alabastro que testimonian rituales de incineración (alguna de ellas de procedencia egipcia) y todo tipo de objetos (marfiles, vasos de bronce) que prueban los profundos contactos con el Mediterráneo oriental. Tales objetos fueron importados en un primer momento y después producidos localmente por artesanos indígenas que imitaron sus modelos (orfebrería de oro y plata de los tesoros de Aliseda y del Carambolo, en el ámbito tartésico). Estos tesoros evidencian la extraordinaria riqueza en metales de la península. No obstante, en este periodo y ámbito los intercambios comerciales se realizaban con el sistema de trueque, sin intermediación de moneda; fueron los griegos los que introdujeron el comercio monetario en la península, produciéndose posteriormente acuñaciones iberas y cartaginesas.

En el siguiente mapa podemos apreciar la localización de las cecas (lugares de acuñación de moneda), ya en época cartaginesa, las cecas están diferenciadas por el alfabeto utilizado (todos ellos de origen fenicio):


La extensión de la actividad comercial fenicia alcanzó una considerable amplitud desde comienzos del VIII y sobre todo en el VII a. C., coincidiendo con la expansión asiria en Oriente Próximo, que afectó a las ciudades fenicias al cerrarles los mercados orientales, con lo que se vieron forzadas a reorientarse a los occidentales. La colonización fenicia buscó nuevas fuentes de riqueza en la industria de la pesca (almadrabas de atún) y los salazones, introduciendo técnicas propias que alcanzaron gran desarrollo y alta rentabilidad, prestigiando los productos de la zona (lo que continuó en época cartaginesa y romana, siendo la base de las exportaciones -el aceite y el garum-). También debe atribuirse a los fenicios la introducción a gran escala de las salinas, estrechamente vinculadas a esta actividad. Se inició la producción de tipologías cerámicas que con anterioridad solo tenían una difusión muy localizada. No está claro si hubo cambios agrícolas que pudieran deberse a influencia fenicia, aunque tradicionalmente se les atribuye la introducción de olivo, posibilidad que también es compatible los datos paleoecológicos, lo que habría completado la trilogía mediterránea característica de buena parte de los paisajes agrarios peninsulares.


A partir de la caída de Tiro ante Nabucodonosor II (572 a. C.) la colonia de Cartago sustituyó a las metrópolis fenicias en el control de las factorías comerciales costeras mediterráneas. El papel de estos establecimientos fue superando el mero intercambio de productos ultramarinos con productos del interior para pasar a ejercer una verdadera función directiva sobre la producción local, principalmente la metalúrgica dependiente de las minas de Castulo (Linares). Los enfrentamientos bélicos de los cartagineses van a influir en gran medida en el desarrollo comercial del Mediterráneo Occidental. La Batalla de Alalia, hacia el 537 a.C., tuvo como consecuencia el bloqueo del comercio griego -focenses- con la península, los cartagineses o púnicos pasaron a controlar militarmente el Estrecho de Gibraltar, haciendo inaccesible la penetración comercial de los demás pueblos mediterráneos.

La influencia cartaginesa sobre las culturas ibéricas ("punicización") fue haciéndose progresivamente mayor, evidenciándose en la cerámica, los objetos funerarios y la implantación de divinidades púnicas, como la diosa Tanit (hallada en Baria -Villaricos, provincia de Almería- o en Gadir) y el dios Baal-Hamon (en sustitución de divinidades fenicias como Astarte y Baal respectivamente), que también se ha identificado con las llamadas "damas ibéricas". La introducción paulatina de ciertas mejoras en procesos industriales y agrícolas, así como la utilización del alfabeto púnico (en la escasa epigrafía tartésica e ibera) se produjeron en continuidad con la época fenicia.


La derrota cartaginesa en la primera guerra púnica (264-241 a. C.) no afectó a su área de influencia cartaginesa en la península ibérica; más que limitarla, fue un estímulo para la expansión, ya claramente de carácter territorial hacia el interior, y bajo la dirección política de la poderosa familia Barca. Según las fuentes clásicas romanas, el general cartaginés Asdrúbal el Bello fundó la ciudad de Qart Hadasht (actual Cartagena) en el año 227 a. C., posiblemente sobre un anterior asentamiento tartésico denominado Mastia Tarseion. Cartagena fue amurallada y reurbanizada y se convirtió en la principal base púnica. Al año siguiente, romanos y cartagineses acordaron el llamado tratado del Ebro, por el que cada una de las potencias renunciaba a intervenir al otro lado de ese río. No obstante, en el 219 a. C. Roma dio garantías a una ciudad greco-ibera situada muy al sur del Ebro (Arse, la actual Sagunto) de que la tomaba bajo su protección.






Esta expansión chocó con los intereses de otra potencia emergente en el Mediterráneo Occidental, Roma, iniciándose la llamada II Guerra Púnica, que abre un nuevo periodo para Andalucia la la llegada de los romanos que en su lucha contra los cartagineses no solo lo van a derrotar si no que los sustituyen como potencia colonizadora, implantado en estas tierras su cultura y haciendo desaparecer en parte el legado de anterior, y convirtiéndose en una parte importante del Imperio Romano, gracias a la romanización del territorio.



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